Quince meses lejos de las pistas. Un embarazo, una hija, un adiós que parecía definitivo. Y sin embargo, ahí está: Belinda Bencic, como una heroína salida de una novela de redención, empuñando su raqueta con furia contenida y emoción desbordada, escribiendo una nueva página gloriosa en el césped sagrado del All England Club.
Ante la número siete del mundo, todo indicaba que el tiempo había hecho mella. Pero no. La ex número 4 del ranking mundial —ahora renacida desde el puesto 913 al 35 en solo medio año— jugó como si nunca se hubiera ido. Más aún: como si el dolor, el sacrificio y la maternidad le hubieran dado un poder que antes no tenía.
Durante dos horas y siete minutos, Bencic bailó sobre el alambre del suspenso. En cada punto decisivo mostró la templanza de una veterana y la pasión de una debutante. Venció por 7-6(7/3) y 7-6(7/2), sin perder nunca la fe, incluso cuando cedió su saque con 5-4 en el segundo set, lo que habría derrumbado a muchas. A ella, no.
En su segunda semifinal de Grand Slam —la primera fue hace casi seis años, en el US Open 2019— la suiza se convirtió también en la segunda mujer de su país, después de Martina Hingis, en alcanzar esta instancia en múltiples superficies durante la Era Abierta. En medio de una generación donde prima la juventud, Bencic, con 28 años, ha regresado al Top 20 y, sobre todo, a la conversación grande.
No es solo una victoria. Es un manifiesto. Es la historia de una mujer que detuvo el mundo para dar vida… y luego lo desafió para recuperar el suyo.
Ahora, la espera la polaca Iga Swiatek, número uno del mundo y dueña del historial entre ambas (3-1), en una semifinal que promete latido a latido. ¿Podrá Bencic seguir soñando? De momento, ya lo ha hecho realidad: llegar a semifinales en Wimbledon después de convertirse en madre. Lo que viene, es puro cuento de hadas.
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