En un abarrotado All England Club, la pareja hispano-neerlandesa conquistó su primer Grand Slam al derrotar a los favoritos británicos Alfie Hewett y Gordon Reid por 7-6(1) y 7-5. Fue una victoria tejida con coraje, técnica y determinación, que rompió la lógica y encendió la emoción.

Para Martín de la Puente, que el viernes cayó en la final individual ante Hewett, este título tiene un sabor especial. No solo supone la revancha perfecta, sino también su segundo grande tras el US Open 2022. “Ganarles en su casa es aún más épico”, declaró a medios locales con la voz entrecortada, mientras sostenía el trofeo.

El gallego, bronce paralímpico en dobles junto a Daniel Caverzaschi en París 2024, mostró una vez más su resiliencia mental. Pocas horas después de una dura derrota, se rehízo con una actuación magistral y según sus palabras, eso es lo bonito del deporte, saber resetear, valorar los momentos, aprender.

Más allá del triunfo deportivo, esta victoria fue también una declaración de principios. “El deporte paralímpico necesita estos escenarios”, aseguró De la Puente, agradeciendo que la final se disputara en la emblemática pista 1 donde los niños sueñan con jugar.

Su compañero, Spaargaren, celebró también la conexión que han logrado como dupla y el trabajo silencioso que hay detrás: entrenamientos, viajes, derrotas… todo recompensado en el césped sagrado de Wimbledon.

Martín no olvidó a su gente y aseguró que esa victoria es de todos: equipo, sponsors y familia, además de los que le dijeron que podía cuando él mismo no lo creía. Entre la emoción y la humildad, dejó un mensaje poderoso: “Somos unos privilegiados por poder jugar al tenis”.

Con esta gesta, el nombre de Martín de la Puente ya resuena con fuerza en la historia del tenis en silla. Pero más allá del resultado, su victoria —y la de Spaargaren— es una celebración de la dignidad, del esfuerzo y de la igualdad real en el deporte. Una victoria que, como sugiere el césped de Wimbledon, no deja huella… pero sí deja legado.

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