Considerado un anticipo del comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB), el indicador confirma los temores de un enfriamiento progresivo tras el sólido avance del 3,4 por ciento de 2024.
Aunque en la comparación anual el saldo continúa positivo —un 3,2 por ciento más que en mayo del año pasado, el freno se hace palpable en los gráficos de corto plazo.
Entre los factores que presionan este cambio de ritmo destaca la política monetaria restrictiva.
La tasa de interés referencial, que se sitúa actualmente en un contundente 15 por ciento anual, resultó el principal instrumento del Banco Central para contener la inflación, actualmente en 5,35 por ciento interanual, superando el objetivo oficial del 4,5 para este calendario.
De acuerdo con el Ministerio de Hacienda, liderado por Fernando Haddad, el equipo económico trabaja con un escenario base de crecimiento del 2,5 por ciento para 2025, aunque el mercado es más cauto y sitúa la proyección en 2,23.
El panorama podría complicarse aún más tras el anuncio del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien impondrá a partir de agosto un arancel del 50 por ciento a productos brasileños.
A pesar de que la administración del presidente Luiz Inácio Lula da Silva minimizó el alcance de esa medida —afectando principalmente al acero y al aluminio—, analistas advierten que el efecto psicológico sobre el clima de negocios podría ser mayor.
Mientras tanto, los datos de los últimos 12 meses todavía arrojan un crecimiento sólido del cuatro por ciento, alimentado en buena medida por el sector agroexportador y la recuperación del consumo interno.
Sin embargo, las previsiones para el segundo semestre son mucho más moderadas.
El Gobierno busca mantener el equilibrio entre disciplina fiscal y estímulo a la producción, en un contexto que exige cautela: ni euforia ni pánico, pero sí una mirada atenta a los signos de agotamiento de la mayor economía de América Latina.
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