domingo 21 de diciembre de 2025

¿Denuncia o glorificación?

La Habana, 27 jul (Prensa Latina) El arte es hijo de nuestras sociedades, con sus luces y sus sombras. Muchas veces es capaz de abrir caminos hacia la paz y la reflexión, y funciona como un grito de resistencia o un puente hacia la empatía; otras, se acerca a la violencia con cierta ambigüedad, al punto que puede parecer que busca normalizarla o fomentarla.

Por Martha Andrés Román

Una obra mundialmente aclamada como el Guernica (1937), de Pablo Picasso, es un poderoso ejemplo de la capacidad movilizadora del arte, pues el desgarrador lienzo se convirtió en un símbolo universal de denuncia del horror de la guerra y obligó al mundo a mirar de frente el rostro de la violencia fascista.

Ese mismo espíritu puede percibirse en canciones como “Imagine” y “Give Peace a Chance”, de John Lennon, y “Blowin’ in the Wind”, de Bob Dylan, con críticas a los conflictos bélicos y llamados a la paz; mientras canciones de hip-hop de artistas como Kendrick Lamar se han usado en protestas contra la brutalidad policial, entre ellas su tema “Alright», devenido en himno del movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan) en Estados Unidos.

Fuera de los grandes centros de la industria del entretenimiento, a nivel comunitario, existen muchas iniciativas que emplean el arte como mecanismo de transformación social.

En Chimalhuacán, en el estado de México, está en marcha un programa llamado Senderos Seguros, el cual comprende la creación de murales en diversos puntos estratégicos del municipio para fomentar el empoderamiento femenino, la participación activa de las mujeres en las sociedades y la construcción de un futuro libre de violencia.

Asimismo, en Venezuela, el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles cumplió cinco décadas ofreciendo educación musical a millones de niños y jóvenes, y ha sido reconocido como una institución que promueve el desarrollo integral y una cultura de paz, inclusión y sostenibilidad.

Sin embargo, hay otra cara de la moneda: las obras que se considera banalizan o exaltan la agresión. El filme La naranja mecánica (1971) fue acusado de inspirar actos violentos, aunque su director Stanley Kubrick defendió que se trataba de una crítica a la sociedad; y, más recientemente, series de televisión como Peaky Blinders o Narcos han generado debates por su supuesto abordaje romántico de los criminales.

En general, las creaciones de algunos artistas que exploran temas violentos pueden desconcertar porque desafían nuestra forma de ver el mundo y también despertar dudas sobre si mostrar demasiado el horror puede llevarnos a volvernos más insensibles.

Otro foco de atención contemporáneo es el reguetón. Este género musical ha servido como plataforma para que grupos tradicionalmente marginados expresen sus realidades, deseos y conflictos, como altavoz poderoso para una cultura muchas veces ignorada; pero también ha sido criticado por promover mensajes que refuerzan la violencia machista y la cosificación de las mujeres. Ante todo esto, siguen presentes varias preguntas: ¿el arte puede generar más violencia o solo refleja la ya existente? Si, como expresamos al principio, las creaciones artísticas son un espejo de su tiempo, ¿sería posible afirmar que son neutrales y que su impacto depende entonces del contexto, de quién las consume y cómo las interpreta? Las respuestas pueden ser diversas, tan múltiples como las numerosas lecturas que genera una obra de arte.

(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)

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