Por Mario Muñoz Lozano
Alrededor del cinco por ciento de la obra fue realizada con el apoyo de la IA generativa, declaró en una conferencia de prensa a principios del año pasado.
Y como si no fuera poco, más adelante dijo: “Pienso seguir sacando provecho del uso de la IA en la escritura de mis novelas, al tiempo que dejo que mi creatividad se exprese al máximo”, según CNN.
Unos meses después de lo sucedido en Japón, defensores de estos modelos de lenguajes informáticos se llevaron un fiasco cuando el fotógrafo Miles Astray se llevó a casa el galardón People’s Vote en la categoría de inteligencia artificial del concurso fotográfico en color 1839 Awards.
La sorpresa fue cuando el artista reveló que envió a la competencia una foto real de un flamenco, no hecha mediante IA. El artista afirmó en un post de Instagram que “la naturaleza sigue superando a la máquina y ustedes (los que votaron) ayudaron a demostrarlo”.
Subrayó además que “la creatividad y la emoción son más que una simple cadena de dígitos” y explicó que lo hecho trajo consigo que su imagen fuese desclasificada, decisión con la que estuvo de acuerdo.
Para ciertos escritores y especialistas, el premio otorgado al libro de Rie Kudan sonó a burla, a plagio incluso, aunque no lo es. Para otras personas, sobre todo jóvenes, esta es la nueva cara de la realidad, la consecuencia del avance tecnológico y resulta imposible frenar.
¿Cuánto de lo que leemos hoy esconde la huella de la inteligencia artificial? ¿Cuánto de lo que escuchamos o vemos en internet, las redes sociales, la radio o la televisión es real? La incertidumbre y hasta la preocupación sobre la originalidad de lo que estamos percibiendo asaltan a muchas personas.
¿Es bueno o no el uso de la inteligencia artificial en el arte? Sin duda, estos modelos de lenguajes irrumpieron con fuerza en nuestro mundo, generando tanto entusiasmo como controversia. Desde la creación de imágenes con herramientas como DALL-E o MidJourney hasta la composición de música con algoritmos están transformando la manera en que se concibe y produce arte.
No es menos cierto que sus ventajas son diversas e incluyen la democratización del arte, la innovación y exploración de nuevos estilos, el ahorro de tiempo y de recursos, nuevas capacidades en la preservación y restauración de obras, entre otras.
Pero también están quienes argumentan que el arte generado por IA carece de intencionalidad emocional, ya que surge de patrones de datos y no de una experiencia humana auténtica. Otro cuestionamiento importante es si estas herramientas «roban» estilos sin compensar a los creadores originales.
Es evidente que no hay una respuesta absoluta. La IA en el arte es un arma poderosa que, usada con ética y complementando la creatividad humana, puede enriquecer la cultura. Sin embargo, es crucial establecer regulaciones que protejan los derechos de los artistas y preserven la esencia única del arte como expresión personal.
El verdadero desafío está en encontrar un equilibrio mediante el cual la tecnología amplifique la creatividad, sin opacar el toque humano que hace del arte algo profundamente significativo, al punto que nos despeje la duda: ¿Este artículo lo habré escrito yo o fue ChatGPT? Lo dejo de tarea.
(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)





