La obra del arquitecto Óscar Mac-Clure, de la Universidad Católica, iba a ser construida durante el gobierno de la Unidad Popular, pero, tras el golpe de Estado en 1973 contra el presidente Salvador Allende, el proyecto quedó estancado hasta ver la luz en 1985.
En su diseño, Mac-Clure rinde homenaje al observatorio de Chichén Itzá, en Yucatán, y a la astronomía maya, civilización que estudiaba los movimientos celestes para desarrollar calendarios precisos y comprender los ciclos cósmicos.
El alma del Planetario es el proyector Carl Zeiss VI, un robot óptico de dos cabezas y 160 lentes, capaz de hacer girar, en 360 grados, 5 000 estrellas. Fue donado por Alemania a fines de los años sesenta del siglo pasado.
Aunque este maravilloso artefacto, semejante a una hormiga, aún está vigente, en 2013 fue puesto en funcionamiento un nuevo sistema digital Full Dome, con lo cual se convirtió en uno de los pocos planetarios híbridos del mundo.
El Full Dome es un formato que, en lugar de una pantalla plana, utiliza una cúpula para proyectar imágenes que envuelven completamente al espectador, creándole la sensación de estar dentro de la escena y participando en ella.
Tuve la oportunidad de asistir, en el Planetario de la Usach, a la celebración del Día Internacional de los Vuelos Espaciales Tripulados, en homenaje al soviético Yuri Gagarin, primer ser humano en viajar al cosmos.
En aquella ocasión, se estrenó en Sudamérica la película La historia espacial de Rusia, que aborda los logros de ese país en el campo de la astronáutica, incluidos los satélites artificiales y la exploración de la Luna, Venus y Marte.
Los asistentes vivieron una experiencia inédita al poder conversar, vía online, con el cosmonauta ruso Aleksandr Lazutkin. Interrogado por Orbe sobre su labor, Lazutkin explicó que estuvo medio año en la Estación Espacial MIR, donde se realizaron más de 200 experimentos en medicina y se consiguieron resultados de estudios imposibles de lograr en la Tierra.
Cada día, el Planetario de la Usach tiene distintas actividades que —al decir de sus directivos— permiten a sus visitantes descubrir, explorar y seguir soñando con el infinito.
(Tomado de Orbe)





