La pregunta que está sobre la mesa es si esta reunión, encabezada por el presidente Emmanuel Macron, será la última para los jefes de cartera en pleno ejercicio de sus cargos, ya que si la Asamblea Nacional vota, como ya adelantó la oposición, contra la confianza a Bayrou el 8 de septiembre, ellos también tendrán que irse.

El Palacio del Elíseo será el escenario del Consejo de Ministros, órgano que deliberará según lo establecido en torno a la decisión del primer ministro de someterse al voto de confianza del hemiciclo, como una maniobra de todo o nada para tratar de salvar su plan de presupuesto del Estado 2026.

Bayrou sorprendió el lunes con el anuncio de este paso, aunque de todas maneras la oposición, dominante en la cámara baja, ya había anticipado que buscaría la censura del mandatario, rechazando su presupuesto como una amenaza para el bolsillo de los trabajadores y los más vulnerables.

El proyecto busca recortar o ahorrar más de 43 mil millones de euros para hacer frente a una debacle en las finanzas públicas, caracterizadas por un déficit del 5,8 por ciento del Producto Interno Bruto y una deuda que ronda el 114 por ciento, indicadores entre los peores en la Unión Europea.

El primer ministro intenta contra viento y marea convencer a los franceses de que su plan es la salida de la crisis, pero las encuestas reflejan un distanciamiento categórico de los ciudadanos de la austeridad y de propuestas que incluyen la supresión de dos días feriados.

La víspera, Bayrou reiteró que el país debe escoger entre el caos y la estabilidad, pero el discurso de un jefe de Matignon con menos de un 20 por ciento de aprobación en los sondeos no parece calar, y en la oposición menos.

Todos los principales partidos de la izquierda: La Francia Insumisa, el Socialista, Europa Ecología los Verdes y el Comunista, el identificado con la extrema derecha Agrupación Nacional (RN) y la Unión De las Derechas ya aseguraron que no otorgarán la confianza a Bayrou el 8 de septiembre, lo que conduciría a la caída de su gobierno.

La izquierda y RN ya probaron que sus diferencias ideológicas irreconciliables no impiden el voto por una causa común, cuando en diciembre pasado unieron fuerzas en una moción de censura que derribó al entonces primer ministro, Michel Barnier.

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