El Caribe maravilloso de Alejo Carpentier (Parte III)

La Habana, sep 2 (Prensa Latina) La singularidad de las islas caribeñas, y la evocación a lo real maravilloso en la región, fueron sinfonía constante en la literatura de Alejo Carpentier.

Por Orestes Hernández

En algún momento, antes de 2013, visité el añejo cementerio de la Parroquia de St John en Barbados. Este lugar evoca imágenes, con lápidas centenarias.

El paisaje evidencia un claro contraste entre intrincados bosques, y la visión de las aguas furiosas del océano Atlántico cuando llegan al cálido mar Caribe. Imágenes que hacen única a la isla de Barbados.

Imposible concebir durante mi visita que, cincuenta y cinco años antes, Alejo Carpentier escribió, mientras visitaba esa isla, la más barroca de sus cuatro crónicas sobre Barbados.

«Los Fantasmas de Barbados» tituló aquel texto, cuyo objetivo fue, según declaró, refutar la generalizada visión de entonces sobre la presunta homogeneidad de las islas del Caribe.

Carpentier argumenta que el caso de Barbados es único, con claras expresiones constructivas, culturales y maneras de organizar la sociedad, que se trasplantan desde ciertos paisajes y de la cultura inglesa, al corazón del Caribe.

El estilo de esa crónica es clásico barroco «carpentieriano», con una precisión elegante que, a quienes lo leímos en su amplia literatura, nos atrajo siempre.

Hoy, en pleno siglo XXI, redescubrir la utilización del uso de vocablos como «climatéricas», «céltico dibujo» o «prosapia imperial», nos reafirma en la convicción de no cejar en la batalla cultural contra atajos facilistas y maniqueas del lenguaje.

Toda esa crónica, está llena de frases largas y sinuosas que un lector ávido y exigente acepta con agrado desde “el mecer de las palmas» hasta la referencia a lugares y momentos de la campiña inglesa.

Al leer «Los Fantasmas de Barbados», el lector puede advertir que las referencias históricas no son adornos, son eje central de lo narrado. Las referencias al romanticismo inglés, con su predominio de lo subjetivo, lo histórico y lo sobrenatural, encuentra en las palabras de Carpentier no un gesto arrogante del literato sino la invitación a su lectura y estudio. Traerlo al ambiente caribeño lo convierte en un reto intelectual para el lector.

Por momentos, Carpentier nos ubica en medio de la jungla barbadense ante la impresionante aparición de castillos encantados. Hay un manejo magistral del suspense, de lo misterioso y una constante sensación de descubrimiento, a la vuelta de cada trillo.

Todo eso matizado por una recreación de lo histórico. En esa crónica de Carpentier, en solo unas líneas, el novelista parece reconstruir épocas pretéritas. Lo hace con un lenguaje atrayente y seductor.

Sin lugar a dudas, el uso de símiles y metáforas es un juego efectivo en el texto del escritor, desde el mismo título logra despertar en el lector, la atención por lo que sigue después.

Una frase que destaca por su sincretismo y belleza se expresa cuando señala: “la caña de azúcar se presta al juego, pareciéndose de pronto al trigo verde», símil irrepetible y exacto pues alude al producto colonial por excelencia (la caña) y lo emparenta con el símbolo agrícola de Inglaterra (el trigo).

En otro fragmento expresa: “la palma real cobra un acento inglés al mecer sus hojas sobre un campo de cricket». Una vez más logra imbricar la palma, que es quizás uno de los más reconocidos símbolos tropicales, con el cricket, una institución británica por excelencia.

La figura fantasmal en el texto, se observa ante descubrimiento que hace Carpentier de una tumba, mientras visita el vetusto cementerio. Se trata del sepulcro de Fernando Paleólogo, el último en su linaje, proveniente y descendiente de la dinastía del imperio bizantino.

Así, atando palabras y pasos Carpentier logra convertir a Barbados en testigo mágico de la caída de Constantinopla en 1453. Este hito trágico de la historia, en la forma de un nicho, vino a carenar a una lejana comarca del Caribe del siglo XVII. T.

Todo captado por el ojo observador de Alejo Carpentier y por su capacidad semántica de convertir lo real en maravilloso.

«Los fantasmas de Barbados» es quizás la más atrayente y enjundiosa crónica de las cuatro escritas por Carpentier para el diario caraqueño. Es un ejercicio pleno de identidad, sobre el valor de la historia, que está allí para ser conocida, estudiada y asumida con valentía.

Con su pluma barroca y su conocimiento amplio, Carpentier nos muestra que, un lugar – isla o continente – se define, no solo por su geografía, sino por su historia, su cultura y «los fantasmas» que lo habitan.

Y en este caso, desde la visión del novelista, Los Fantasmas de Barbados, en palabras del novelista, no es una simple descripción o réplica de lo observado, sino una ebullición nueva, diferente y amalgamada.

Persiste una herencia del árbol cultural inglés, que es insertado con savia nueva en el tronco frondoso del Caribe.

arc/ohh

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