Los llamados Bombarderos del Bronx, con balance de 77 triunfos y 61, enfrentarán este miércoles como visitantes en el Daikin Park a los Astros de Houston, mientras los de Massachusetts (78-62) rivalizarán en su mítico Fenway Park con los Guardianes de Cleveland. Ambos están empatados en el segundo lugar de la División Este de la Liga Americana.
La víspera, los Yankees vencieron en su primer duelo de la temporada a los Astros con pizarra final de 7-1, en un partido donde Trent Grisham conectó un vuelacercas con las bases repletas y Jazz Chisholm Jr. pegó otro y remolcó tres anotaciones.
Por su parte los Medias Rojas dispusieron 11-7 de los Guardianes con un ataque de 18 indiscutibles, entre ellos un cuadrangular del curazoleño Ceddanne Rafaela (empujó cuatro compañeros para el plato) y otro solitario de Nathaniel Lowe.
Si hay un choque que hace que el corazón de los fanáticos se acelere, ese es el de los Medias Rojas de Boston contra los Yankees de Nueva York, quienes aún tienen tres desafíos pendientes en esta campaña.
La enemistad comenzó en 1919, cuando Boston vendió a Babe Ruth a Nueva York, y lo que era un simple traspaso se convirtió en la famosa “Maldición del Bambino”.
Durante décadas, los de Boston vieron cómo los Yankees acumulaban títulos mientras ellos sufrían derrotas dolorosas, muchas veces a manos del eterno rival.
Lo que hace que esta rivalidad sea tan intensa no son solo los jonrones o los playoffs. Es la historia: Nueva York siempre ha sido el equipo millonario que compra estrellas, mientras Boston se aferra a la tradición y al orgullo regional.
Es la geografía: dos ciudades con identidades culturales muy distintas que se miran con recelo. Es la pasión de los aficionados, dispuestos a gritar, abuchear y celebrar cada victoria o derrota del otro.
Y, por supuesto, son los momentos épicos: el jonrón inesperado de Bucky Dent en 1978, los playoffs de los 90, o la remontada histórica de Boston en 2004, cuando borraron un 0-3 ante los neoyorquinos y terminaron rompiendo la maldición.
Cada vez que se enfrentan, no es solo béisbol: es orgullo, historia y rivalidad en estado puro, un duelo que trasciende el diamante y que siempre deja huella.
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