En la Arthur Ashe se respiró el aire de las grandes gestas. Fue un choque de generaciones: el murciano, aún con toda una carrera por delante, contra el mito viviente que se niega a entregar su corona. Pero la noche neoyorquina dictó sentencia: 6-4, 7-6(4) y 6-2 para el pupilo de Juan Carlos Ferrero.

El arranque fue un aviso: un quiebre rápido del español marcó la diferencia en un primer set de 48 minutos en el que cada punto se disputó como si fuera el último. El segundo parcial, de pura tensión, se resolvió en un tie break en el que Alcaraz mostró temple de acero y piernas frescas, mientras el físico del serbio comenzaba a flaquear.

Djokovic, que cargaba con 16 años más en el cuerpo, resistió lo que pudo. Pero en el tercer set, los quiebres en el cuarto y séptimo juego sepultaron cualquier ilusión de remontada. El murciano cerró el duelo con una autoridad que estremeció al estadio y dejó claro que está listo para tomar el mando del tenis mundial.

El triunfo no solo lo instala en su segunda final del US Open —tras la conquistada en 2022— sino que lo deja a un paso de recuperar el número uno del ranking. Para ello, deberá terminar el torneo por delante del italiano Jannik Sinner, quien se mide ahora al canadiense Felix Auger-Aliassime en la otra semifinal.

Este domingo, Alcaraz buscará su sexto título de Grand Slam y, de paso, confirmar lo que muchos ya intuyen: que el futuro del tenis lleva su nombre.

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