El Ministerio de Cultura y Deportes destacó la víspera la inauguración de la nueva joya por la titular del sector, Liwy Grazioso, la directora del proyecto de rescate del sitio, Bárbara Arroyo, entre otros funcionarios e invitados.
“El patrimonio arqueológico y cultural es un recurso no renovable, y si lo perdemos, lo perdemos para siempre”, subrayó la titular en el acto, citada mediante el perfil de la propia cartera en las redes sociales.
Por ello, hay que unir todos los esfuerzos posibles para protegerlo, remarcó, en abierta referencia a uno de los centros urbanos más importantes de la región de Mesoamérica, con más de 50 mil habitantes en su máximo esplendor.
Las investigaciones de la Acrópolis de Kaminaljuyú (“Cerro de los Muertos”), comenzaron en la década de 1960 con Gustavo Espinosa al frente, quien exploró las edificaciones para su protección y conservación, según el organismo.
Actualmente, se observa solo una pequeña parte del conjunto que albergó palacios de gobernantes durante el periodo Clásico Temprano, de aproximadamente 250 después de Cristo al 600.
Entre 2019 y el presente año los especialistas descubrieron tres edificios, el T, una subestructura de este y el AA, con arquitectura talud-tablero, similar a Teotihuacán, en el Valle de México, al noreste de la actual capital de ese país vecino.
Estas edificaciones formaban una pequeña plaza o patio, a la cual llegaban visitas de personajes importantes, quienes venían desde tierras lejanas para sellar alianzas políticas y económicas, consideraron los expertos.
El proyecto, liderado por la arqueóloga Bárbara Arroyo, convierte al parque en una escuela viva, con excavaciones en tiempo real y la exposición del legado ancestral del valle de Guatemala, afirmó el ministerio.
El primer gran apogeo ocurrió durante el Preclásico Tardío, 400 antes de Cristo a 200 después de Cristo, cuando Kaminaljuyú se convierte en una de las ciudades más importantes del área maya, comentó antes Arroyo.
Desde entonces fue la capital por excelencia de las tierras altas, también importante en el Clásico Temprano, al lograr asociaciones con Teotihuacán, y en el Clásico Tardío —600 a 900 después de Cristo-, amplió.

Controlaba rutas comerciales estratégicas entre la Costa del Pacífico, el Altiplano y las Tierras Bajas mayas. Aparte, fue centro de distribución de jade del valle del río Motagua y de obsidiana de El Chayal, materiales de altísimo valor.
Contó con más de 200 montículos y pirámides (aunque muchos fueron destruidos por el crecimiento de esta urbe), además de estructuras ceremoniales, sistemas de canales hidráulicos y plazas.
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