Historias del Mundial de Atletismo: El hombre que nunca se rinde

Tokio, 16 sep (Prensa Latina) El mundo del maratón se inclina hoy reverente ante un corredor que nunca conquistó podios, pero que con 43 años continúa dejando huella: Ser-Od Bat-Ochir, el incansable mongol de Gobi-Altái.

   Doce veces se lanzó a la ruta en los Campeonatos Mundiales de Atletismo. Doce veces su nombre figuró en la lista de salida y, salvo en una ocasión, también en la de llegada. Nadie antes había logrado semejante constancia. Su hazaña no se mide en récords ni medallas, sino en kilómetros recorridos y en la obstinación de seguir adelante cuando el cuerpo clama rendición.

   Nació el 7 de octubre de 1981, en las vastas soledades del desierto mongol, donde el viento susurra resistencia y tenacidad. Desde allí emprendió un viaje improbable hacia el atletismo de élite.

   Los entrenamientos en su tierra natal eran insufribles. Las condiciones extremas lo empujaron a mudarse a Inglaterra, a Gateshead, donde el club Morpeth Harriers lo acogió. Desde entonces, Bat-Ochir construyó una carrera levantada sobre perseverancia.

   Su debut mundialista ocurrió en París 2003, donde terminó en el puesto 63. En Daegu 2011 alcanzó su mejor actuación, un vigésimo lugar que para él significó oro. Doce ediciones después, en Tokio 2025, cruzó la meta en el lugar 65 con un crono de 2:30:09 horas. No abandonó, como sí lo hicieron decenas de rivales más jóvenes. No claudicó, porque no sabe hacerlo.

   Acumula más de 464 kilómetros en maratones mundialistas. Su marca personal, 2:08:50, la consiguió en Fukuoka 2014. Ha corrido también en seis Juegos Olímpicos —de Atenas 2004 a París 2024—, soportando derrotas crueles, finales en los últimos puestos y abandonos que habrían quebrado a cualquiera. Pero siempre volvió, una y otra vez, como si estuviera condenado a no dejar morir su propia leyenda.

   Bat-Ochir no es un héroe de victorias relucientes, sino un héroe de carne, sudor y polvo. Su historia es la del atleta que desafía al tiempo y a la lógica del rendimiento: el que se planta en la salida sabiendo que la gloria no lo espera al final, pero que la dignidad de terminar ya es un triunfo.

   El maratón, dicen, es la prueba de la voluntad humana. Y nadie como el mongol ha honrado esa definición. Ha corrido por el mundo entero, dibujando una cartografía de resistencia con zapatillas y kilómetros.

   Su legado no son medallas en vitrinas ni récords en tablas, sino un ejemplo imperecedero: la grandeza también habita en los que nunca vencen, en los que, aun sabiendo que la cima les está vedada, deciden seguir escalando.

   Ser-Od Bat-Ochir es la encarnación de la terquedad humana convertido en mito. El hombre que, en cada línea de meta, nos recuerda que no siempre gana el que llega primero, sino aquel que jamás se rinde.

jha/blc

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