En el auditorio Papa Francisco de la capitalina Universidad Rafael Landívar, frente a embajadores, académicos, representantes de distintas tradiciones de fe e invitados, Cátherin Chomali afirmó que la compasión no tiene fronteras ni credo.

La integrante del comité organizador del evento agradeció primero a esa casa de altos estudios y al padre Miquel Cortés, rector, por abrir las puertas a un espacio que nació desde el corazón.

Uno, dijo, que convoca a reflexionar y unir las voces por una Palestina que sigue latiendo con la fuerza de su gente, su historia y su fe.

Compartió que la víspera realizaron una ceremonia maya en el sitio arqueológico Kaminaljuyú para pedir el perdón por los ancestros y por los pueblos como el de Guatemala, que también sufrió un genocidio.

Además, contó, invocamos por Palestina y especialmente por los judíos que viven un holocausto. Ahí es donde estamos, hermanadas en el dolor y en la esperanza, subrayó.

Tenemos esta tarde un encuentro con la historia, con la verdad, de esperanza y un llamado a la acción desde diversas perspectivas espirituales, con el propósito de sembrar conciencia y fortalecer los lazos que nos unen como una sola humanidad, acotó.

La miembro de la Comunidad Palestina solicitó a los presentes un minuto de silencio por todas las personas asesinadas en Gaza en ese genocidio, porque descansen en paz sus almas y que su memoria sea eterna.

“Porque esta lucha no es fácil, requiere mucho coraje, como el que tuvo el Papa Francisco, que llamaba todos los días al Padre Romanelli, a la Iglesia Católica de Gaza”, amplió.

El que hoy estemos reunidos aquí, en este auditorio con el nombre de ese Sumo Pontífice, es honrar su memoria, su presencia en esta causa, consideró Chomali.

Leyó un discurso de Adel Turjuman, presidente de la Asociación Árabe Guatemalteca, quien calificó el foro de acto de recolección, solidaridad y esperanza.

En el propósito común de honrar la verdad, defender la justicia, y acompañar la lucha de un pueblo que lleva más de siete décadas resistiendo, añadió.

Más de siete millones de palestinos viven hoy como refugiados, dispersos por el mundo, muchos de ellos descendientes de familias que fueron forzadas a huir durante la catástrofe que marcó el inicio del exilio.

Su aspiración, señaló, no es otra que la más básica y humana de todas: el derecho a regresar a sus tierras, un principio reconocido por el derecho internacional y reafirmado por la Resolución 194 de Naciones Unidas.

Recordó asimismo la Resolución 181 de la ONU de 1947 y enfatizó que a casi ocho décadas el mundo sigue en deuda con el pueblo palestino y con el sueño de una coexistencia justa y en paz.

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