En su octava carta oficial, el presidente designado de la COP30, André Aranha Corrêa do Lago, advierte que la humanidad ha entrado en la era de las consecuencias, en la cual adaptarse no es opcional, sino una necesidad vital para la supervivencia.
«La adaptación climática es la primera parte de nuestra supervivencia», enfatiza Do Lago, destacando que la cooperación internacional, base de la evolución humana, debe ser nuevamente el principio rector para enfrentar la crisis ambiental.
Bajo la conducción del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, la COP30 busca posicionarse como «la COP de la verdad», un espacio en el que los países deberán dejar de lado diferencias políticas y económicas para actuar frente a una amenaza que pone en riesgo a toda la humanidad.
El diplomático brasileño señaló tres prioridades para el evento que se celebrará en noviembre en Belém, capital del norteño y amazónico estado de Pará, fortalecer el multilateralismo, acercar las políticas climáticas a la vida cotidiana y acelerar la implementación de los acuerdos existentes. «La COP30 debe ser la COP de la adaptación», afirmó.
Tal documento alerta sobre un escenario preocupante: mientras los países más ricos construyen muros climáticamente resilientes, los más pobres permanecen expuestos a los desastres naturales.
Datos del Índice Global de Pobreza Multidimensional 2025 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo muestran que mil 100 millones de personas viven en pobreza extrema, muchas en regiones de alto riesgo climático.
«Sin adaptación, el cambio climático se convierte en un multiplicador de la pobreza», advierte la misiva.
Uno de los desafíos clave, según la presidencia brasileña, es el financiamiento para la adaptación, que representa menos de un tercio del total de recursos destinados al cambio climático.
Do Lago propone combinar métodos financieros tradicionales con mecanismos innovadores, como bonos de resiliencia soberanos, canjes de deuda por adaptación y seguros contra pérdidas y daños.
«Financiar la adaptación no es gasto, es inversión», sostiene, señalando que cada dólar i invertido puede generar hasta cuatro veces su costo en beneficios económicos.
Hasta la fecha, 144 países en desarrollo iniciaron sus Planes Nacionales de Adaptación (NAP), y 67 de ellos, junto con 11 naciones desarrolladas, los presentaron ante la ONU.
En Belém se evaluarán estos planes, se avanzará en el Mapa del Camino de Bakú para la Adaptación y se definirán mecanismos concretos para cumplir el Objetivo Global de Adaptación del Acuerdo de París.
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