domingo 21 de diciembre de 2025

Cuatro conejos no saltan juntos de un trampolín

La Habana, 26 oct (Prensa Latina) Entre propagandas de empresas, influencers, programadores y entusiastas de la Inteligencia Artificial (IA) se nos ha ido 2025 en las redes sociales; la flauta de Hamelin de la era moderna está llevando a que alguna gente, incluso, sea incapaz de entender que cuatro conejos no saltan juntos de un trampolín. Pero ahora lo creen “gracias” a los trucos de la IA.

La percepción de una «crisis de la lectura» se agudiza con el ascenso imparable de las nuevas tecnologías.

Sin embargo, conviene preguntarse: ¿es una crisis de la lectura en sí misma o de un modelo de atención y comprensión que choca con la inmediatez del mundo digital? En mi opinión, la irrupción de los sistemas inteligentes no hace más que acelerar y hacer visible una transformación que ya estaba en marcha.

Vivimos en la era de la sobreabundancia informativa, con picos desorbitantes de basura digital que contribuye aceleradamente al auge de la tontería humana. Leemos más que nunca —mensajes, noticias, hilos en redes sociales—, pero de manera fragmentada y superficial. La lectura profunda, esa que exige concentración, paciencia y pensamiento crítico, se ve acosada por un ecosistema digital diseñado para capturar nuestra atención con estímulos rápidos.

Ante esa realidad, sigo defendiendo que de hallarme solo en una isla desierta, me servirán los libros, no los equipos electrónicos, ni las mejores tecnologías.

Imagínelo: arena blanca, palmeras y una interminable soledad. En ese escenario, la supervivencia física es solo la mitad de la batalla; la otra se libra en la mente. ¿Qué cinco obras elegiría para no enloquecer, para crecer, para sentir compañía? Esta es mi elección personal, un botín diseñado para sobrevivir y regresar mejor.

El primero es obvio, pero imprescindible: Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. Más que una novela, es un manual de esperanza. Leer sobre alguien que enfrentó y superó una situación idéntica sería un bálsamo psicológico inigualable. Nos recuerda que la inventiva humana puede triunfar sobre la adversidad más absoluta.

De segundo escogería un manual práctico de supervivencia. Dejo a un lado el romanticismo para dedicarme a conocer cómo construir un refugio, purificar agua o identificar plantas comestibles. De eso no se mucho. Y me han dicho que Sobrevive de cualquier forma: 125 técnicas de supervivencia definitiva, de Christian Morales, es una herramienta valiosa.

El tercero es Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Necesito una obra que, con cada relectura, me revele nuevos secretos. El realismo mágico de Macondo sería un escape mental portentoso, un recordatorio de que la realidad es más flexible de lo que parece y que las historias familiares son tan vastas e intrincadas como el mar que me rodea.

De cuarto me llevaría Las mil y una noches, la versión completa. He leído algunos cuentos, pero no he podido terminarlo. Scheherezade se las ingenió para evitar su muerte y ganarse el amor del sultán.

El libro donde lo mismo aparecen fábulas de animales, historias de amor, relatos de crímenes, narraciones picarescas, historias de viajes… es una de las obras más maravillosas de la literatura universal.

Finalmente, el quinto sería Moby Dick, de Herman Melville. Es una enciclopedia del mundo en sí misma: habla de la obsesión, de la naturaleza, de Dios, de las ballenas y de la lucha épica del hombre contra lo inconmensurable. Su densidad y profundidad garantizan compañía durante años, ofreciendo siempre una nueva capa que descubrir.

Estos cinco volúmenes conforman un ecosistema perfecto: uno para la esperanza, otro para las manos, uno para la imaginación, otro para entretenerme y el último para la eterna pregunta. Con ellos, la isla no sería una prisión, sino un monasterio involuntario donde, paradójicamente, podría reconectarme con todo lo esencial.

(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe

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