El Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, en esta capital, fue testigo la víspera de la admiración que le profesan en su tierra a la también directora del Ballet Nacional de Cuba, institución que exhibe al mundo con igual sentimiento y virtuosismo escénico.
En palabras del poeta y etnólogo Miguel Barnet, figura cimera de la cultura cubana, Viengsay “no es solo producto de una escuela que es icónica en el mundo, ella es también el modelo de un talento personal que no tuvo igual ni equivalente en su generación”.

Entre halagos y certezas, evocó su deslumbrante carrera y protagónicos, los cuales la han llevado a “despertar en el centro inefable de la danza (…) volando como el ave más leve y fugaz, a la altura de su universo personal”.
“Hoy la exalto como metáfora de lo divino alcanzable, porque ella escapa a toda posible definición, a todo parámetro comparable. Ella es Viengsay Valdés, cifra de lo más alto de la danza en América Latina, metáfora de lo imposible hecha realidad, escribió Barnet.

“Han doblado las campanas por ti, y esta vez acompañadas del Premio Nacional de Danza, en un eco que vibrará eterno en tu memoria”.
La primera bailarina también recibió honores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura, del Teatro Nacional de Cuba y de la Facultad de Arte Danzario de la Universidad de las Artes (Isa).

Casi al finalizar, el audiovisual “Viengsay, herencia y vuelo” resultó testimonio de una vida consagrada al arte en puntas y a Cuba; evocación de cuánto se puede conquistar con talento, perseverancia y amor a la profesión.
La música de jóvenes y consagrados exponentes como el pianista Frank Fernández hizo aún más extraordinaria la velada, sublime elogio a un ángel de la danza nuestra y del mundo: Viengsay Valdés.
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