Texto y fotos: Fady Marouf

Hijo de madre cubana y padre sirio, Naddaf tenía solo cuatro años cuando comenzó la guerra en Siria, por lo que creció entre dos realidades culturales y emocionales. Esa doble identidad se funde en una propuesta que desafía los límites entre la destrucción y la creación.

Bajo el título “Ecos de Óxido”, las piezas, elaboradas a partir de fragmentos de proyectiles y cohetes, han sido tratadas y montadas para reflejar sentimientos de dolor, tristeza, vida, alegría y esperanza, en un lenguaje surrealista y simbólico.

“Quise transformar lo que un día causó muerte en mensajes de amor, paz y sentimientos humanos”, comentó el joven artista a Prensa Latina.

La exposición ha despertado interés no solo por la fuerza estética de las obras, sino también por su profundo valor simbólico y ético.

En declaraciones similares, el embajador de Cuba en Siria, Luis Mariano Rodríguez Fernández, destacó la calidad y el simbolísmo de las obras de Naddaf, “quien lleva sangre cubana”, y subrayó que su muestra transmite mensajes de paz “de un pueblo que merece vivir después de tantos años de guerra”.

“La cultura es un puente que comunica a los pueblos, y Naddaf es un pilar de este puente entre Cuba y Siria”, afirmó el diplomático.

La exposición ha sido concebida no solo como una muestra artística, sino también como un acto de sanación colectiva. El público que acude al museo no solo observa objetos artísticos: presencia una transformación simbólica, un ritual en el que lo que antes fue instrumento de muerte ahora respira belleza y vida.

Pedro Naddaf pertenece a una generación que ha crecido entre el ruido de los bombardeos y el anhelo de reconstrucción. Su arte recuerda que incluso los metales más fríos pueden encenderse con la chispa de la imaginación. En sus manos, los fragmentos de guerra se convierten en fragmentos de humanidad.

arc/fm