El fin de semana, los diputados rechazaron casi por unanimidad –con apenas un voto a favor- el proyecto, en un hecho sin precedente en décadas, decisión que alejó aún más el objetivo de dotar al país de las leyes de Finanzas del Estado y de la Seguridad Social para el año próximo, antes de que termine el actual.

Después del estudio en comisión senatorial, el presupuesto será debatido en el hemiciclo de la cámara alta, donde la derecha tradicional tiene la mayoría, aunque en el ámbito parlamentario, la última palabra en suelo galo la tiene la Asamblea.

La adopción del presupuesto debería producirse antes de la Navidad, según los plazos constitucionales, pero bajo el escenario imperante existen más dudas que certezas.

No pocos expertos vaticinan que la polarización política obligará, probablemente, a aprobar una ley especial en diciembre para garantizar la recolecta de los impuestos, con la mira en continuar en enero las discusiones sobre las leyes de Finanzas y de la Seguridad Social.

El oficialismo rechaza los cambios realizados en el proyecto presentado por el primer ministro Sébastien Lecornu, mientras que los diversos campos opositores: la izquierda, la extrema derecha y los conservadores, defienden sus propios puntos, a todas luces irreconciliables de momento en temas como los recortes y los impuestos.

Al ser marginada por la Asamblea Nacional, la partida de “ingresos” llegó al Senado en su forma original, dejando inservibles las más de 100 horas de análisis y las enmiendas ejecutadas en el Palacio Borbón.

En el Senado, el voto solemne del presupuesto está señalado para el 15 de diciembre.

Lecornu se muestra optimista, pese al adverso panorama que domina en Francia, donde el primer ministro camina de manera permanente por la cuerda floja ante la amenaza de la censura y el hecho de que sus dos predecesores, Michel Barnier, en diciembre, y François Bayrou, en septiembre, fueron derrocados por la Asamblea Nacional.

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