Su nombre quedó grabado en arcilla parisina con dos títulos consecutivos en Roland Garros y en una Copa Davis que lo vio luchar como ningún otro italiano: 164 partidos, 120 victorias y una influencia que perdura más allá de las cifras.

Pietrangeli abrió caminos donde Italia nunca había pisado, convirtiéndose en el primer jugador del país en conquistar un Grand Slam y en el único en ingresar al Salón de la Fama del Tenis.

Ganador de 48 títulos, símbolo en Roma y Montecarlo, fue durante décadas el espejo donde se miraron generaciones enteras de jugadores, desde los años del tenis amateur hasta la profesionalización del circuito.

Elegante, combativo, dueño de una técnica que parecía escrita con pluma fina, su legado marca un antes y un después en la historia deportiva de Italia.

Las reacciones no se hicieron esperar. Desde instituciones deportivas hasta grandes campeones del circuito, el homenaje fue unánime. Rafael Nadal, quien compartió con él momentos memorables en París, lo despidió con afecto y gratitud, recordando su estatura deportiva y humana.

Con la partida de Pietrangeli, el tenis pierde a uno de sus guardianes más fieles. Italia, a uno de sus gigantes. Su obra, tejida entre esfuerzo y talento, seguirá iluminando cada cancha donde el juego exija corazón y belleza.

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