Según el diario O Tempo, desde finales de la semana pasada, en la Superintendencia de la Policía Federal (PF) en Brasilia, la defensa de Bolsonaro asignó a tres personas de absoluta confianza para que lo ayuden durante sus años de cárcel.
«Ignoramos la ruta (de la comida), adondequiera que vayamos, por ahora», alegó como justificación el hijo Flávio Bolsonaro, senador por Río de Janeiro.
De acuerdo con el periódico, para quienes lo conocen bien, la escena no sorprende, pues Bolsonaro padre siempre ha convivido con este «fantasma flotante» y esta «amenaza invisible», alimentada por teorías e historias mal contadas de la dictadura militar (1964-1985).
Tras el desastre de su administración (2019-2022), corría el rumor de que dormía en el Palacio de la Alvorada, capitalina residencia de los jefes de Estado, protegido por un fuerte dispositivo de seguridad, con una pistola junto a la cabecera de la cama porque alguien intentaba atacarlo «en secreto».
Y, tras ser elegido presidente, comenzó a viajar con «cajas de botellas de agua brasileñas», incluso en vuelos internacionales. En Nueva York, sus asesores llevaban maletas exclusivas que contenían solo «frascos seguros».
De igual manera, en Brasilia, repitió el ritual en debates, entrevistas e incluso en edificios oficiales.
El capítulo más reciente de esta historia tuvo lugar en el Supremo Tribunal Federal y fue seguido por O Tempo.
Durante la fase de interrogatorio de la corte que resultó en su condena a 27 años y tres meses de prisión en la investigación por intento de golpe de Estado, Bolsonaro permaneció sentado durante horas, rechazando jarras y vasos de agua.
El jurista Fabio Wajngarten intentó resolver el problema con una botella lacrada que ofrecía seguridad judicial: «Díganles que está sellada». Sin embargo, el agua fue rechazada de todos modos.
Ahora, en la sede de la PF, la lógica se repite. La celda cuenta con cámaras, vigilancia y pocas variables de control: justo el tipo de entorno en el que una persona promedio se sentiría protegida.
Pero Bolsonaro reacciona como si todo pudiera ser adulterado, manipulado, contaminado. El origen de este miedo nunca se ha esclarecido. Personas cercanas citan registros de torturas perpetradas por militares durante la dictadura, admiradas por el político ultraderechista, y el impacto tardío de estas historias.
Otros hablan de trauma tras la puñalada que recibió en 2018, que llevó a reinterpretar el mundo como un campo minado y un entorno perpetuamente hostil.
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