En un mensaje emitido en ocasión de celebrarse este 10 de diciembre el Día Mundial de los Derechos Humanos, el líder italiano apuntó que el respeto a esas garantías es una premisa esencial para un mundo sin guerras, mientras que la ausencia de paz frustra la esperanza de preservar esas normas universales.
En el texto, publicado en el sitio oficial de la Presidencia de la República, Mattarella aseveró que debilitar al derecho internacional y a las instituciones multilaterales “significa exponer a cada individuo, especialmente a los más vulnerables, al riesgo de que su existencia sea gobernada por la opresión y el abuso de la fuerza”.
El mandatario recordó que “hace setenta y seis años, la Declaración Universal de los Derechos Humanos colocó un principio simple y revolucionario en el centro del orden internacional: toda persona, como tal, tiene derechos inviolables”.
Lamentó que, sin embargo, “las guerras, antiguas y nuevas, vuelven a proyectar su sombra sobre las poblaciones civiles, causando víctimas indefensas y provocando sufrimiento y destrucción en todas partes, como confirma dolorosamente la crónica de los conflictos contemporáneos”.
El jefe de Estado se refirió en particular a la violencia contra las mujeres y los niños, la discriminación y la erosión de las libertades democráticas que, según dijo, “a menudo se manifiestan en un retroceso general de la civilización jurídica respecto de los objetivos que creíamos alcanzados”.
“Una vez más, asistimos al resurgimiento del racismo, la agresión y la desigualdad”, denunció, y resaltó que “la paz es el resultado del compromiso diario y la responsabilidad compartida, cimentada en la protección de la dignidad de cada persona y el rechazo de la lógica de la opresión”.
El presidente italiano aseguró que, en este Día Mundial de los Derechos Humanos, su país reafirma su compromiso con “el rechazo a la guerra, la promoción de la justicia, la afirmación de la solidaridad, la igualdad y la libertad”.
Finalmente, Mattarella llamó a impedir que “la violencia prevalezca sobre las normas”, y a proteger la universalidad de los principios que protegen la dignidad humana, “para que la Declaración de 1948 no sea una simple declaración de nobles ideales, sino un código de conducta concreto al que todos los Estados decidan adherirse”.
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