Entre edificios colapsados y calles cubiertas de escombros, sus habitantes describen una realidad tan devastadora que, debido a la magnitud de la destrucción y la precariedad de la vida cotidiana, algunos la comparan con la Franja de Gaza.
En entrevistas con Prensa Latina, los palestinos que han regresado a Yarmuk después de años de desplazamiento narran el sufrimiento que han vivido: primero, como refugiados tras la ocupación de las tierras de sus antepasados por Israel, y luego nuevamente, debido a la guerra devastadora que obligó a casi toda la población a huir.

Antes de 2011, Yarmuk albergaba a más de un millón de personas, entre ellas cerca de 200 mil palestinos. Funcionaba como una ciudad vibrante, con mercados, escuelas y una intensa vida cultural palestina. Hoy, sin embargo, solo una pequeña parte de los residentes ha podido regresar.
“Ya no es el mismo, todo ha sido destruido”, relata Abu Ahmad, un mecánico palestino de 62 años. “Regresé porque aquí están mis raíces, pero no hay servicios ni ayuda real”, agrega.
En los recorridos de Prensa Latina por el campamento, los testimonios recogidos están marcados por la pérdida. Um Khaled, de 54 años, explica que su casa quedó destruida y que ahora vive en una habitación medio en pie. «Aquí no hay agua ni electricidad, pero prefiero esto a seguir desplazada y pagando un alquiler caro», dice con tristeza.

El paralelismo con Gaza es recurrente entre los habitantes. “Yarmuk es nuestra Gaza en Siria”, afirma Samer, un joven de 27 años. “No porque sea igual, sino porque estamos encerrados en el olvido”, explica.
A esta percepción se suma el testimonio de Ramez, jefe de la Comisión del Campamento de Yarmuk, quien también fue entrevistado por Prensa Latina. “La destrucción supera el 80 por ciento del campamento y la reconstrucción avanza muy lentamente. Con los recursos disponibles y sin servicios, será difícil que la gente regrese de manera digna”, advierte.

Ramez revela que, en la actualidad, viven unas 4,000 familias en el campamento. La Gobernación de Damasco se esfuerza por garantizar servicios básicos, pero los recursos son limitados y la magnitud de la destrucción es colosal.
Algunos residentes hablan de la sensación de un doble exilio que viven los refugiados palestinos en Siria. “Estamos lejos de Palestina”, lamenta Abu Rami, un profesor del campamento. “Dependemos de la UNRWA, pero los recursos son insuficientes”.
A pesar de todo, el apego a la tierra persiste. “Yarmuk no es solo ruinas, es identidad”, afirma Ramez. “Mientras quede una familia palestina aquí, el campamento seguirá vivo”, asegura con firmeza.

A más de una década de su devastación, Yarmuk sigue siendo una herida abierta en Siria y en la causa palestina. Al igual que Gaza, representa una tragedia prolongada en la que la población civil sigue pagando el precio más alto, mientras aguardan por una reconstrucción real y una atención internacional que, hasta ahora, sigue sin llegar.
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