Según el diario Folha de Sao Paulo, miembros del Palacio del Planalto (sede del Poder Ejecutivo) consideran que las recientes medidas de distensión no necesariamente implican un cambio estructural en la política exterior de la Casa Blanca.
El republicano Donald Trump, presidente de Estados Unidos, adoptó una estrategia pragmática hacia los países latinoamericanos, combinando presión política e incentivos económicos, según sus intereses electorales e ideológicos, refieren las fuentes.
Indican que un alto funcionario de la administración de Lula precisó que la eliminación parcial de aranceles a los productos brasileños y la retirada de las sanciones previstas en la Ley Magnitsky (norma estadounidense que permite al país imponer sanciones económicas a quienes sean acusados de corrupción) podrían haber representado solo una maniobra táctica.
La percepción interna es que estas decisiones se tomaron tras el fallido intento de evitar la detención del expresidente Jair Bolsonaro, condenado y preso por golpista, y no garantizan la neutralidad futura de Washington.
El Gobierno brasileño observa de cerca los precedentes recientes. En Argentina, durante las elecciones legislativas, Trump condicionó la entrega de un paquete de ayuda financiera estimado en 20 mil millones de dólares al desempeño electoral del partido del presidente Javier Milei.
También en Honduras, el entonces apoyo explícito del magnate republicano al candidato de extrema derecha Nasry «Tito» Asfura generó una fuerte reacción del gobierno local.
La presidenta hondureña, Xiomara Castro, de tendencia progresista, incluso afirmó que el país enfrentaba un «golpe electoral» debido a la «injerencia del presidente de Estados Unidos».
Antes de las justas comiciales, Trump declaró que el candidato oficialista, Rixi Moncada, era comunista y que una posible victoria representaría entregar el país al presidente venezolano, Nicolás Maduro, y sus «narcoterroristas».
El tema del narcotráfico ha sido utilizado por el multimillonario como argumento para acciones en el Caribe y amenazas militares contra Venezuela.
La cooperación también habría servido, de forma preventiva, para neutralizar los intentos de los grupos de Bolsonaro de buscar apoyo externo con el pretexto de combatir el crimen organizado en Brasil.
Para el Gobierno de Lula, la política internacional tendrá un peso sin precedentes en las elecciones presidenciales de 2026 y se espera que Trump apoye abiertamente al candidato brasileño de derecha, quien está más alineado ideológicamente con la Casa Blanca.
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