La posibilidad de contar con 412 de los 650 escaños de la Cámara de los Comunes pone a los laboristas comandados por Keir Starmer ante la disyuntiva de, a la larga, quedar como una variante con retoques de la política de base de los conservadores o dar un vuelco real en el país.

En su momento, el rotativo Morning Star llamó la atención al respaldo público dado por Starmer a las autorizaciones del Foreign Office de los suministros de armamentos británicos a Ucrania, pese a conocer que estos eran empleados para atacar objetivos claramente civiles en Rusia.

La publicación se preguntaba si no sería más de lo mismo después de las elecciones y que solo se asistiría a un retoque de la política nacional, incluso la económica, después del traumático Brexit, cuyos efectos nocivos para Reino Unido aún están por superarse.

De hecho, el Partido Conservador, que en sus 14 años en el poder, a decir de expertos, reforzó aún más la subordinación a las posiciones de Estados Unidos en varias esferas, con sus 121 asientos en la Cámara de los Comunes tuvo la pisada cercana del euroespéctico partido Reform UK.

Los reformistas de Nagel Farage, uno de los principales iniciadores de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, contaron con un respaldo en las urnas de 14 por ciento, aunque solo suficiente para garantizarle cuatro puestos en el legislativo.

Sin embargo, la publicación The Economist comenta que la formación de Farage estuvo en casi todos los resultados de los distritos electorales en segundo lugar, solo superado por los laboristas, lo cual indica a dónde fue a parar en muchos casos el voto conservador.

La cadena de radio y televisión británica BBC destaca que otra fuente del “salidero” del voto conservador fue el respaldo a la alternativa de los liberal-demócratas, que pasaron de ocho asientos en 2019 a 63.

Para el portal digital Vzgliad, la oposición a la política de los conservadores pudo tener muchas razones internas, pero pareció demostrar que una posición rusofóbica, de apoyo al rearme de Ucrania y de apego a la posición de Washington para nada garantiza una victoria electoral.

Starmer, por su lado, en su campaña electoral en todo momento arremetió contra los errores y solo enarboló el lema de Cambios, pero nunca reveló el programa previsto por su partido en una nueva etapa.

Para el diario Nezavisimaya Gezeta, es posible algunas variaciones de política interna, pero de seguro solo habrá innovaciones cosméticas o casi nulas en política exterior.

MIRARSE POR DENTRO

Durante los 14 años de gobierno de los también llamados aquí como tories, pasaron por Downing Street al menos cinco primeros ministros, varios de ellos involucrados en escándalos como el partygate.

La BBC señala que el Sistema Nacional de Salud (NHS) y la esfera de la educación sufrió retrocesos. En abril pasado, al menos 10 millones de británicos estaban en la lista de espera del sistema de Sanidad.

Además, en su momento, la inflación superó el 11 por ciento, por un efecto cruzado del Brexit y el bumerán de medidas punitivas unilaterales aplicadas contra Rusia que llevó a un déficit energético.

Las altas tasas de interés aplicadas por el Banco de Inglaterra para lidiar con la inflación, al mismo tiempo, llevó a una crisis de las hipotecas de las viviendas, refiere BBC.

A ello se suma, la baja productividad crónica de la economía del Reino Unido y una baja eficiencia del estado.

El nuevo gobierno laborista podría ser más cauto en materia de inmigración y poner cierto freno a la política de descarbonización, en tanto deberá proteger más los empleos naciones, considera la BBC.

Starmer también deberá tener en cuenta el hecho de que la victoria en esta ocasión fue con el apoyo electoral del 34 por ciento del electorado, apenas por encima del 32,2 obtenido en 2019. Pero el complicado sistema de voto mayoritario británico le dio esta vez una ventaja visible.

En las urnas, se disputan los votos en 650 distritos, el ganador se lleva todos los votos y los laboristas lo hicieron en 412 de ellos, explica The New York Times.

La tarea de Starmer todo indica que consiste en aprovechar el recurso y la inercia del voto favorable para resolver problemas reales del país, antes que la desilusión del electorado reduzca la victoria laborista a un solo mandato en el poder.

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