Ese índice complementa a la medición de pobreza monetaria, y tiene por objetivo captar las privaciones que enfrentan los hogares uruguayos en educación, condiciones habitacionales, servicios y bienestar de la vivienda, protección social y empleo.

Cada una de estas dimensiones se compone de tres indicadores para un total de 15, todos con la misma ponderación.

Para ser considerado pobre multidimensionalmente se debe tener cuatro o más privaciones, independientemente de la dimensión a la que corresponda, según el INE.

Tal medición consignó 18,9 por ciento de pobres en el país el último año, con 33,7 por ciento de privaciones como promedio.

La directora de la División de Estadísticas Sociodemográficas del INE, Andrea Macari, explicó que los pobres multidimensionales están privados en al menos cinco de los 15 indicadores de la medición.

En la comparación regional Montevideo registró el 15,1 por ciento de pobreza multidimensional, que se elevó a 21,4 por ciento en departamentos del interior.

Según el estudio, el 46 por ciento de la población uruguaya vive en un hogar donde al menos uno de sus miembros mayores de 18 años tiene carencia en años de escolarización.

Cerca de 30 por ciento de los uruguayos vive en un hogar donde al menos uno de sus integrantes está inserto en el mercado de trabajo de manera informal. Y hay un 13 por ciento de uruguayos que además de tener esta dificultad de empleo, es multidimensionalmente pobre.

“Los años de escolarización, la informalidad y la materialidad, y los problemas de la vivienda son los aspectos que más inciden”, dijo Macari.

El IPM y la pobreza monetaria son medidas distintas, ya que muestran diferentes aspectos de la pobreza.

La monetaria se basa en el nivel de ingresos de los hogares y el IPM identifica carencias en las dimensiones seleccionadas.

“No va a bastar con aumentar un poco las transferencias y sacar rápidamente a muchos hogares de la pobreza”, dijo el director del INE, Diego Aboal, para quien esta medición profundiza en la pobreza estructural.

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