El alcalde de Quito, Pabel Muñoz, aseguró que desde este lunes el líquido vital comenzaría a retornar a las viviendas de las seis parroquias afectadas en la urbe si el clima no cambiaba.
Sin embargo, una ola de frío que azotó el páramo de Antisana, donde se rompió el ducto, a 50 kilómetros al sureste de Quito, con temperaturas bajo cero, obligó a suspender temporalmente las labores para reemplazar 350 metros de la línea de conducción.
Así lo informó en un comunicado la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento de Quito (Epmaps).
La suspensión fue una medida de precaución para salvaguardar la salud del personal técnico y evitar daños en los equipos de termofusión, esenciales para garantizar una reparación segura, explicaron las autoridades.
Tras ese contratiempo se retomaron los trabajos, que tienen lugar a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar y con temperaturas bajo cero, aunque aún no hay fecha exacta para restablecer el servicio.
Desde que ocurrió la tragedia, el pasado 9 de julio, los pobladores del sur de Quito hacen fila con baldes, botellas, contenedores y hasta cestos de basura para esperar los camiones cisternas que distribuyen el agua.
La vida diaria de los residentes en seis barrios de la urbe se ha visto seriamente afectada, mientras el Municipio y el Gobierno nacional mantienen una pugna en el reparto de sus responsabilidades en la crisis.
El Ejecutivo encargó a la vicepresidenta, María José Pinto, atender las acciones para el abastecimiento y distribución de ayuda a la población afectada y anunció la instalación de tres plantas portátiles de potabilización del agua con el apoyo de la Cruz Roja.
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