La esperada fiesta acontece desde hace siglos en honor a San Cristóbal, el patrono de ese gremio como lo establece el calendario católico, y familias y barrios completos se suman desde las primeras horas del día a la ceremonia.

Esta comienza con cultos religiosos, en los cuales participan los transportistas, viajeros, conductores, pero lo mejor —todo un espectáculo— son los adornos extravagantes que exhiben las unidades.

Globos, arreglos florales, cordones de pino, flecos de plástico, serpentinas y pancartas con la imagen del santo se tornan una atracción en las calles que conducen al sitio donde serán bendecidos.

Chóferes recuerdan a colegas que desaparecieron físicamente con sus nombres o apodos y fotografías, incluso llevan hasta sus mascotas para que reciban la protección ante los peligros.

Las escuelas y otros centros se unen al homenaje, los alumnos, trabajadores, comen algo especial y agradecen a los pilotos. En las iglesias les dan la bienvenida, les aplauden y rezan por ellos.

Aún pervive en este pueblo de fe la creencia de que basta con mirar la imagen de San Cristóbal y encomendarse a él para verse libre de los riesgos durante los trayectos.

Algunas zonas (municipios-departamentos) de este territorio centroamericano comenzaron desde el pasado fin de semana un programa de actividades en honor al santo patrono, al vehículo y para pedir estabilidad en esa ardua labor.

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