Originario de Trinidad y Tobago, surgió en algún momento entre los siglos XVIII y XIX como forma de comunicación entre los africanos arrancados de sus tierras y traídos a América como esclavos.
Sus primeras expresiones se produjeron en los centenarios carnavales trinitarios, en los que se improvisaban versos sobre eventos sociales y políticos que los esclavos utilizaban para burlarse de sus amos.
Con el tiempo, evolucionó hacia formas más estructuradas, incorporando instrumentos como tambores, los conocidos steelpans, y más adelante aparatos de cuerdas.
En los primeros decenios del siglo XX, debido a la interconexión entre las islas del Caribe, el calypso se popularizó fuera de Trinidad y Tobago con exponentes y compositores en casi todas las naciones, quienes singularizaron textos y mensajes según las condiciones locales.
En la década de 1940-1950 se internacionalizó con figuras como el cantante y actor estadounidense Harry Belafonte, quien lo fusionó con el folk de su país.
Ya entre 1960-1970 surgieron subgéneros como el soca (fusión de soul y calypso), destacándose intérpretes como el reconocido The Mighty Sparrow, indiscutible icono del ritmo con letras políticas y sociales, y Calypso Rose, la primera mujer en dominarlo, con temas feministas.
Siempre fue considerado un medio de protesta contra el colonialismo, la corrupción y las desigualdades, por lo que su difusión tiene en la historia contemporánea del Caribe un fuerte impacto en lo político, económico y social.
Nadie duda que la amplia práctica del calypso atrae mucho turismo al Caribe y permitió la creación de una reconocida industria discográfica, a lo cual contribuyó el éxito de Belafonte en Estados Unidos, pues abrió al género mercados internacionales.
Es un hecho que el calypso promueve la identidad caribeña y la resistencia cultural afrodescendiente, pues junto a géneros como el soca son ejes centrales en festividades, carnavales y eventos político-sociales.
Al nacer como expresión esclava, el calypso vio la luz como voz de los oprimidos y se convirtió en un símbolo de la cultura caribeña, trascendiendo fronteras con su ritmo contagioso e ingenio lírico.
Su legado perdura en la música contemporánea y en la lucha por la justicia social. Su influencia va más allá de la música, pues ha sido voz crítica en temas de justicia social, identidad nacional y resistencia anticolonial.
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