Por Jorge Petinaud Martínez
Corresponsal jefe en Bolivia
“Concluirá la presentación de este volumen en una pasarela con vestuario creado sobre la base de esta técnica, en la cual al final condecoraremos simbólicamente a nuestra heroína independentista Juana Azurduy de Padilla (1780-1862) con el símbolo de la pluma”, afirmó Bravo en entrevista concedida a Prensa Latina.
Máxima ejecutora y promotora del arte plumaria en Bolivia, dijo a esta agencia de noticias que toda su formación académica la ha subordinado a enfrentar la mente colonial, el patriarcado y el machismo desde esa forma de crear, y por eso, en la Edición Bicentenario de la FIL rinde homenaje a Juana Azurduy.
Iniciada en el estudio de las artes plásticas desde la infancia, Bravo solidificó su formación académica en la Escuela de Bellas Artes de La Paz, la Universidad Mayor de San Andrés, donde fue alumna de maestros de la plástica nacional como Wálter Solón Romero y Miguel Alandia Pantoja, entre otros.
A la par, su activismo patriótico, primero como testigo en su medio familiar, y después como protagonista durante la Revolución Universitaria, la llevó al exilio en la Chile de Salvador Allende, donde fue discípula entre otros grandes del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, y tras el golpe militar de Augusto Pinochet a Suiza, país en el que consolidó su formación académica como artista de la plástica, además de formarse como psicóloga.
Todos estos saberes, están presentes en una sólida obra de arte plumaria, como queda explicado en el volumen, que trasciende el plano del arte y entra en profundos problemas sociales como la migración, la preservación de la identidad latinoamericana, el rescate de los saberes ancestrales, su dignificación y su aplicación en función de la creación artística.
“En Europa descubrí que nuestro continente, desde Canadá hasta la Patagonia, es el summum de esta manifestación artística, y todos mis ahorros de 40 años los dediqué a regresar y aprender con los chamanes de la Amazonia los secretos del trabajo creativo con las plumas”, declaró.
Mujer enamorada de la creación artística, enfrentó prejuicios de quienes después serían sus propios maestros, los chamanes de pueblos originarios, a quienes convenció de que su saber tradicional en el trabajo con plumas corría el peligro de perderse porque sus hijos y nietos lo consideraban algo “incivilizado”.
Continuidad de la vida de activismo de la artista fue su entrada, sola, a zonas intricadas del Amazonas, en expediciones e investigaciones con las comunidades originarias de Bolivia, lo cual queda documentado en este volumen, según explica.
Todo esto se refleja lo mismo en sus exposiciones y en la aplicación de la pluma de aves de corral -«soy ecologista», sostiene-, como en pasarelas, con lo cual enfrenta al hegemón europeo o norteamericano con una visión anticolonial.
“Igualmente, considero pensamiento colonial a quienes dicen que el arte plumaria es artesanía y no arte, con una visión plegada a conceptos del Occidente colectivo”, opinó Bravo.
Aclaró, que prefiere subordinar su formación académica a la defensa y la promoción de esta forma de creación que data de conocimientos ancestrales.
Toda esta trayectoria, encontró su momento culminante entre abril y noviembre de 2024 en la 60 Bienal de Arte de Venecia, adonde fue invitada la artista en representación de Bolivia, y en la cual participó con el tema Nadie es Ilegal en el Mundo.
“Mi presencia en interacción con el público en cinco idiomas en el Pabellón que Rusia cedió a Bolivia, permitió que una de las muestras más visitadas y de mayor actividad, fuera la del Estado Plurinacional”, explicó.
Incansable en la creación artística y convencida del papel fundamental del activismo en la búsqueda de un mundo mejor, ahora Bravo anuncia sorprender con una serie de obras en las cuales critica «las murallas físicas, los bloqueos y la discriminación contra los migrantes, que dividen a los pueblos».
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