“Muchas felicidades en su cumpleaños al padre fundador de la Escuela Cubana de Boxeo. Un abrazo de la familia del deporte cubano, que se enorgullece de su obra y amor a Cuba”, escribió el directivo en la cuenta oficial del organismo.

   El homenaje no es casual: detrás de cada golpe preciso, de cada medalla conquistada desde los Juegos Olímpicos de México 1968, late la huella de un hombre que transformó un deporte en identidad nacional.

Sagarra, nacido en Santiago de Cuba en 1936, desafió el asma y la pobreza para erigirse en arquitecto de una epopeya deportiva que hoy exhibe 42 títulos olímpicos.

   Su figura es cinematográfica: un mecánico convertido en estratega, un boxeador amateur que, tras colgar los guantes, diseñó un modelo pedagógico sin precedentes.

Con métodos innovadores y el rigor de un maestro de pueblo, levantó la “escuela cubana de boxeo”, que formó a colosos como Teófilo Stevenson y Félix Savón, símbolos de grandeza y dignidad en los encordados del mundo.

   Doctor en Ciencias Pedagógicas, Héroe del Trabajo de la República y considerado el mejor entrenador deportivo cubano del siglo XX, Sagarra es más que un formador: es un constructor de sueños, un educador que llevó la Revolución hasta el último rincón del ring.

   Hoy, al soplar 89 velas, recibe la felicitación y el reconocimiento de una nación que agradece a su “maestro de campeones”.

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