“En poco más de medio mes un gobierno colonial-fascista que había existido durante casi 100 años fue derrocado y reemplazado por un gobierno revolucionario del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, significó el también exasesor ministerial en un artículo publicado en el diario electrónico del gobierno.

Ese milagro no provino de armas sofisticadas ni de un ejército poderoso, sino de la firme convicción en la justicia y la solidaridad de toda la nación, remarcó el autor y apunto que, además, se trató de una revolución prácticamente incruenta.

El 19 de agosto, señaló, “le dio a nuestra nación tres valores fundamentales: Independencia: el derecho a decidir nuestro propio futuro; Libertad: liberar a las personas de la opresión para vivir y buscar la felicidad; y Dignidad nacional: el orgullo de que Vietnam pueda erguirse ante el mundo, al igual que todas las naciones”.

Estos valores son la gran fortaleza que perdura en el tiempo, preservada y cultivada a lo largo de cada etapa de la historia, sentenció.

Según Si Dung, en estas ocho décadas la nación indochina recorrió un largo camino, y de ser un país pobre y devastado tras la guerra pasó a convertirse en una economía dinámica, estrechamente conectada con el mundo.

Sin embargo, advirtió, aún quedan muchos desafíos por delante: la presión de la competencia global, el cambio climático y la necesidad de innovación tecnológica y gobernanza.

“En ese contexto, el espíritu del 19 de agosto sigue siendo una fuente de fortaleza que insta a todos los vietnamitas a pensar más allá, a ser mejores y a asumir la máxima responsabilidad por el futuro del país”, consideró.

Al decir del experto, ese espíritu debe demostrarse con acciones concretas: los trabajadores deben ser más dedicados y creativos; las empresas deben mejorar su competitividad y cumplir su palabra; los cuadros y miembros del Partido Comunista (PCV) deben anteponer los intereses nacionales a cualquier cálculo personal.

Si hace 80 años nuestros antepasados recuperaron la independencia, hoy nuestra generación debe lograr un lugar digno para Vietnam entre las naciones desarrolladas, poderosas y civilizadas, escribió.

La aspiración a un Vietnam fuerte –señaló más adelante – no se limita a los sueños, sino que se expresa en el compromiso de que nadie se queda atrás, ni sin comida, ropa ni techo; todos los niños pueden ir a la escuela y todos los ciudadanos tienen buena atención médica.

Además, todos los científicos tienen un entorno creativo, los empresarios tienen libertad para hacer negocios dentro del marco de la ley, y toda la sociedad tiene garantizada la equidad.

Esa es también la imagen de un país que sabe preservar su identidad cultural, proteger el entorno vital y, al mismo tiempo, contribuir a la paz y la prosperidad de la humanidad, afirmó.

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