Por Manuel Robles Sosa
El sondeo de la empresa Ipsos precisó que 47 por ciento de los consultados respondieron que de ninguna manera votarían por el aprismo, que arrebató así el dudoso honor al partido Fuerza Popular, de la hija del exgobernante Alberto Fujimori, Keiko, quien pasó del primero al segundo lugar de rechazo, con 45 por ciento.
Según la encuesta, solo 3 por ciento podría votar por el aprismo, fundado hace más de un siglo con banderas populares y antimperialistas, las que arrió al aliarse con el gobierno oligárquico de Manuel Prado (1956-1962) y tuvo un paréntesis reformista al llegar por primera vez al gobierno en 1985, cuando fue elegido presidente su líder, Alan García.
A la plusmarca de 47 por ciento debe sumarse 13 por ciento de que probablemente no votaría por el viejo partido, por lo que el rechazo al aprismo, sobre todo por las acusaciones de corrupción a García y otros dirigentes de su partido, puede llegar a 60 por ciento.
Tras casi una década de crisis e inestabilidad política, los dirigentes del aprismo creen que es el momento de su resurgimiento y anunciaron que han recuperado la unidad partidaria, aunque con escasa renovación dirigencial.
Adelantaron dos fórmulas de candidatos a la presidencia y las dos vicepresidencias, con mayoría de veteranos políticos como el exprimer ministro de García, Jorge del Castillo, junto a su otrora enconado rival, Mauricio Mulder, y Javier Velásquez, con las únicas novedades de Carla García, hija del difunto exgobernante, y el abogado Humberto Abanto.
Previamente, el aprismo intentó sacralizar a Alan García, al sostener que se sacrificó en defensa de su honor y hasta culpan a los fiscales que lo investigaban, de propiciar su suicidio al acosarlo.
También sostienen que el segundo gobierno de García fue exitoso y hasta el mejor de la historia peruana, pero analistas políticos como Julio Schiappa descartan que esa prédica tenga éxito y auguran otro sonoro fracaso aprista, porque, en su opinión, el partido carga con el estigma de la corrupción.
Schiappa hizo notar que Del Castillo y Velásquez han estado involucrados en casos de presunta corrupción durante el último gobierno de García, mientras Abanto es investigado por motivos similares.
El Partido Aprista, fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre en 1924 con posiciones de cambio social, reivindica a García sobre todo, porque llevó al partido por primera vez a la presidencia tras casi seis décadas de proscripción y otras maniobras.
Lo logró en 1985 con banderas y discurso reformista y promesas de reverdecer su etapa auroral aprista de lucha contra el sistema oligárquico, pero su administración fue considerada un fracaso por políticas erráticas y por la gran corrupción reinante, así como violaciones de derechos humanos.
Pese a ese fracaso, en 1990, el candidato presidencial aprista, Luis Alva, mantuvo el apoyo de 22,64 por ciento del electorado y ocupó el tercer lugar en la elección ganada por Alberto Fujimori.
El aprismo entró en una especie de hibernación, con García en el exilio, por contradicciones con el largo gobierno fujimorista (1990-2000) y, tras la caída de este, García regresó y alcanzó en los comicios de 2001 el segundo lugar con 25,77 por ciento y perdió el balotaje ante el neoliberal Alejandro Toledo.
En la siguiente elección, en 2006, lo superó en la primera vuelta el nacionalista exmilitar Ollanta Humala, a quien derrotó en la segunda ronda, en buena medida por una descomunal campaña mediática contra Humala, al que los grupos de poder veían como el mal mayor.
Ese fue el último éxito electoral aprista, pues en las elección siguiente, en 2011, su candidata presidencial, la economista neoliberal Mercedes Aráoz, ajena al partido, renunció a la postulación por sus escasas posibilidades y por disputas en el aprismo, que quedó así fuera de los comicios, ganados por Humala.
En la idea de que García haría salir del pozo al aprismo, el viejo partido lo postuló para un tercer mandato en 2016, al frente de una alianza conservadora con los pequeños partidos Popular Cristiano y Somos Perú.
El resultado fue un sonoro fracaso pues García, que era ya investigado por corrupción, solo obtuvo menos de seis por ciento de los votos, apenas por encima de lo necesario para mantenerse en el Registro de Organizaciones Políticas y acreditar una pequeña bancada parlamentaria.
Tres años después, García se suicidó cuando estaba a punto de ser detenido por cargos de corrupción y el aprismo no participó y en las elecciones legislativas de 2020 ni en las generales de 2021.
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