Electo presidente en las elecciones de 2020, de 43 años de edad al asumir el cargo, se convirtió en uno de los jefes de Estado más jóvenes del mundo.
Economista de formación, con una maestría en la Universidad de las Indias Occidentales y un doctorado en Planificación Urbana y Regional, su carrera política fue ascendente dentro del Partido Popular Progresista (PPP/C por sus siglas en inglés).
Se desempeñó como ministro de Vivienda y Agua, y luego como ministro de Turismo, Comercio e Industria durante los gobiernos de Bharrat Jagdeo y Donald Ramotar.
Su gobierno se caracterizó por prometer una «guyanización» de la industria petrolera, inversión masiva en carreteras, puentes, energía y educación, y la distribución directa de los ingresos por petróleo en favor de la ciudadanía.
Sus críticos, sin embargo, lo acusan de continuar con el modelo tradicional del PPP/C, en particular por la gestión de los recursos petroleros.
Ali mantiene su proyección como líder modernizador y capitalizador de la riqueza petrolera, pero navegó complejos cuestionamientos de la gobernanza de recursos, la inequidad y la histórica división política del país.
Irfaan Ali y el PPP/C encaran las elecciones del 1 de septiembre como favoritos, con dos elementos clave a su favor: el crecimiento económico, gracias al mencionado boom petrolero y la maquinaria política mejor engrasada del país.
Le otorga también ventaja el acceso a los recursos del Estado, a los ingresos petroleros y una capacidad de gasto en campaña superior a la de sus rivales, que le permitió saturar los medios con publicidad y promesas de más inversiones.
Otro elemento importante que lo favorece, es la reconocida desunión de los opositores, marcada por luchas internas, falta de mensaje cohesivo y la percepción de que no ofrece una alternativa de gobierno creíble.
Pese a esas ventajas, el gobierno de Ali no está exento de riesgos, entre los que se encuentran que un sector significativo de la ciudadanía no se siente beneficiado directamente por la renta del petróleo y sufre el alto costo de la vivienda, los bienes básicos y los servicios.
El PPP/C enfrenta también críticas por centralizar el poder y favorecer a simpatizantes en la adjudicación de contratos públicos.
La plataforma en relaciones exteriores del PPP/C plantea como prioridad máxima defender la soberanía sobre el Esequibo mediante la Corte Internacional de Justicia y alianzas diplomáticas, en particular la profundización de la relación económica y de seguridad con Estados Unidos.
Las elecciones del 1 de septiembre serán, según analistas locales, un plebiscito sobre la gestión de Irfaan Ali, aunque todas las encuestas y analistas predicen una victoria del PPP/C.
El resultado más probable no es si ganarán, sino por cuánto. Una victoria amplia reforzaría su mandato para continuar con su agenda de gasto público e infraestructura.
Sin embargo, una participación baja o la pérdida de algunos distritos clave podrían interpretarse como una señal de advertencia sobre el malestar social que subyace bajo la superficie del boom petrolero.
El verdadero desafío para el PPP/C no será ganar estas elecciones, sino gestionar las expectativas económicas y las divisiones sociales en el próximo período, para asegurar que la prosperidad macroeconómica se traduzca en un bienestar tangible y percibido por la mayoría de la población.
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