De uno de ellos confirmar la condena en la primera sala del STF, Bolsonaro y siete de sus principales aliados quedarán responsabilizados por el complot violento que buscó revertir las elecciones de 2022.
La votación ya cuenta con dos apoyos firmes, de cinco posibles a favor de la culpabilidad, de los magistrados Alexandre de Moraes y Flávio Dino.
Sin embargo, la víspera un giro inesperado alteró el escenario. El juez Luiz Fux, de quien se aguardaba un parecer condenatorio, sorprendió al pedir la anulación del proceso, alegando que el caso debería ser juzgado en primera instancia y no en el Supremo.
Propuso incluso que, de mantenerse en la corte, sea revisado por el pleno y no por una sala, lo que abrió un flanco de incertidumbre en un juicio considerado histórico.
El posicionamiento de Fux desató críticas inmediatas dentro y fuera del Parlamento.
Legisladores del gobernante Partido de los Trabajadores acusaron al magistrado de incoherencia y de socavar la defensa de la democracia.
El diputado Helder Salomão recordó que el propio magistrado, en juicios pasados, avaló la competencia del Supremo para procesar al presidente Luiz Inácio Lula da Silva y votó a favor de condenar a casi 400 implicados en el asalto golpista del 8 de enero de 2023.
«Cuando se trata de Bolsonaro, cambia de criterio. Puede juzgar los casos pequeños, pero no los grandes. Es una contradicción peligrosa», afirmó Salomão.
También subrayó que Fux mantuvo estrechos vínculos con el cuestionado exjuez Sérgio Moro durante la operación Lava Jato, sin nunca cuestionar la jurisdicción del tribunal.
Para el parlamentario, lo que está en juego trasciende a la figura del exmandatario ultraderechista.
«El juicio es histórico. Las pruebas son devastadoras: los actos no fueron aislados, estuvieron conectados desde 2021 y culminaron el 8 de enero. No podemos tolerar crímenes contra el Estado brasileño», sostuvo.
La decisión de Antunes y Zanin, prevista para este jueves, será determinante para inclinar la balanza. Si acompañan a Moraes y Dino, la condena quedará prácticamente asegurada.
De lo contrario, el futuro judicial de Bolsonaro se sumergirá en un terreno incierto, entre recursos y cuestionamientos que podrían dilatar la sentencia.
En cualquier caso, el desenlace marcará un antes y un después en la democracia brasileña y sentará precedente internacional sobre la capacidad de las instituciones para enfrentar intentos de ruptura del orden constitucional.
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