En conversación con Prensa Latina, Perezzeni, reconoce que el pasado 31 de agosto parece más lejano que nunca, e insiste en que el espíritu a bordo de las decenas de embarcaciones de la flotilla, se nutre de un compromiso inquebrantable y de un clamor global de apoyo a la causa palestina.
Para el activista y exlegislador de la provincia de Córdoba, la travesía, que reúne a más de 500 participantes de casi 50 nacionalidades, se forjó en la fraternidad.
Lejos de constituir solo un convoy marítimo, enuncia, se convirtió en un microcosmos de cooperación internacional, pues en medio de la inmensidad del mar, se comparte todo: el agua, el alimento, la cobija y, sobre todo, la determinación.
Juntos enfrentaron los desafíos del clima y la amenaza constante de lo que denomina «acciones violentas» por parte de Israel contra las embarcaciones.
Sin embargo, la anécdota más poderosa, y la que según Perezzeni sirve como «combustible» para continuar, no ocurre en el barco, sino en tierra firme.
El viaje se acompaña por una ola de solidaridad que comenzó con manifestaciones en Barcelona, siguió con saludos en Túnez y se multiplica en innumerables mensajes de apoyo a través de las redes digitales desde todos los rincones del mundo.
Estas muestras de afecto las describe como el verdadero cargamento: uno de «amor, esperanza y apoyo» hacia el pueblo palestino.
El militante socialista aclara que desde la flotilla, lanzan una dura denuncia contra lo que califican sin ambages como el «Israel genocida» y acusan a los gobiernos de Estados Unidos, la Unión Europea y algunos países árabes por «complicidad» al mantener un «cobarde silencio» ante lo que definen como un «verdadero holocausto».
El mensaje de Perezzeni es directo: un llamado a la acción, ya que el deber moral inmediato de los gobiernos debe ser «romper todo tipo de relaciones con el estado sionista» y cualquier acto contrario significa apoyar los «grandes negocios que dan oxígeno al estado de Israel».
Mientras las embarcaciones planean continuar rumbo hacia Gaza en las próximas horas, con el casi seguro enfrentamiento a la incertidumbre y la hostilidad, Perezzenni asegura que el proyecto ya es algo más que una entrega de ayuda.
Es un símbolo flotante de resistencia, un altavoz para una causa y un espejo que refleja el profundo rechazo a un genocidio que conmociona al mundo.
Por todas esas razones, Perezzenni asegura que su participación en la Flotilla Global Summud no es un acto aislado, sino una responsabilidad histórica y un orgullo que fortalece su credo: la urgencia de construir un movimiento internacional capaz de derrotar al régimen israelí.
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