El portal G1 asegura que, en el encuentro, también participarán los líderes de Chile, Colombia, España y Uruguay, y la agenda incluye debates sobre cómo fortalecer la democracia y el multilateralismo, así como estrategias para combatir el extremismo, la desinformación y el discurso de odio.

A diferencia del año pasado, cuando Estados Unidos asistió a la primera edición del foro, bajo la administración de Joe Biden, ahora Washington no fue invitado.

Según asesores de Lula, ninguno de los organizadores consideró invitar a Estados Unidos, ni la administración de Donald Trump mostró interés en hacerlo.

El evento está siendo coordinado por Lula, junto con los gobernantes Gabriel Boric (Chile), Pedro Sánchez (España), Gustavo Petro (Colombia) y Yamandú Orsi (Uruguay).

Todos se encuentran en Nueva York para la 80 Asamblea General de la ONU, que se inauguró este martes con el discurso de Lula.

Ese mismo día, Trump habló poco después del brasileño y comunicó haberse reunido brevemente con el líder progresista antes de subir al podio, y que ambos habían concertado una reunión para la próxima semana.

Se espera que el encuentro se realice por teléfono o videoconferencia.

El republicano manifestó tener una «excelente química» con el fundador del gobernante del Partido de los Trabajadores.

«Parece una persona muy agradable, le caigo bien y él me cae bien. Y solo hago negocios con gente que me cae bien. Durante 39 segundos, tuvimos una química excelente, y eso es una buena señal», afirmó.

G1 precisa que, a pesar del tono amistoso, los diplomáticos brasileños evalúan con cautela la posible conversación.

En el Ministerio de Asuntos Exteriores, la directiva es preparar la cita meticulosamente para evitar situaciones embarazosas como las que sufrieron líderes extranjeros en reuniones anteriores con Trump, incluyendo el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, y el sudafricano Cyril Ramaphosa.

Este es el primer viaje de Lula a Estados Unidos desde la investidura de Trump en enero y en medio de la mayor crisis diplomática en décadas entre ambos países, tras la imposición de un arancel del 50 por ciento a los productos nacionales, en represalia por el juicio y la condena contra el expresidente Jair Bolsonaro, por liderar una intentona golpista.

Al discursar la víspera en la ONU, Lula declaró que la democracia y la soberanía brasileñas son innegociables y calificó de inaceptable cualquier agresión contra el Poder Judicial.

También condenó a los «falsos patriotas» y rechazó la posibilidad de amnistía para quienes atentan contra la democracia.

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