Hija del general Fernando Matthei, quien fue miembro de la junta militar del régimen de Augusto Pinochet (1973-1990), incursionó en el mundo de la música, la economía y finalmente arribó a la política en 1987.
Al año siguiente fue portavoz de la campaña del Sí, en el plebiscito convocado para decidir la permanencia del dictador en el poder y, tras el triunfo del No, siguió militando en Renovación Nacional (RN), por el que fue diputada a partir de 1989.
Su primer intento por la presidencia en 1992 culminó en un rotundo fracaso que motivó su renuncia al partido y su afiliación más tarde a la Unión Demócrata Independiente (UDI).
En 1998 cofundó el Movimiento de Mujeres por la Dignidad Chilena, cuyo objetivo fue protestar por el arresto de Pinochet en Londres.

Bajo la bandera de la UDI compitió por La Moneda en 2013 y pasó a segunda vuelta, donde perdió contra Michelle Bachelet, hija de un militar víctima de la dictadura.
Tras dos períodos como alcaldesa de la comuna de Providencia, comenzó a trabajar desde 2024 para aspirar a la presidencia y en enero de este año la coalición Chile Vamos, formada por la UDI, RN y Evópoli, la proclamó como su candidata.
Su programa de gobierno está basado en cinco puntos: combate al crimen organizado, crecimiento económico, mejor calidad de vida a la población, poner orden en el Estado y autonomía estratégica con cooperación global.
Durante mucho tiempo encabezó los sondeos, en particular porque era la única candidata proclamada, pero luego comenzó a ceder en las preferencias y antes de la veda aparecía en tercer o cuarto lugar, detrás de Jeannette Jara, José Antonio Kast y Johannes Kaiser.
Esto obedece en buena medida a que no es capaz de dejar atrás su pasado y ya protagonizó dos fuertes controversias a propósito de la dictadura.
La primera fue cuando afirmó que el golpe de Estado de 1973 fue “necesario” y las muertes y atrocidades perpetradas eran “inevitables” porque había una situación de guerra civil en Chile, argumentos que fueron demostrados como falsos.
Por si fuera poco, hace algunas semanas afirmó que el Plan Nacional de Búsqueda de los Detenidos Desaparecidos durante la dictadura era en realidad un plan de venganza.
La oleada de críticas fue abrumadora y en el último debate de candidatos a la presidencia debió matizar esta declaración.
Por otra parte, su programa de trabajo contiene algunas contradicciones, o incluso paradojas difíciles de pasar por alto.
Respecto a la seguridad y el enfrentamiento al crimen organizado, su propuesta es brutal: la cárcel o el cementerio, y ella misma lo reconoce así.

Sin embargo, no apoya el levantamiento del secreto bancario, una buena herramienta para combatir estas bandas, ni habla mucho de prevención, como no sea expulsar a los inmigrantes.
Se propone hacer crecer la economía hasta el cuatro por ciento, pero su plan solo favorece al gran empresariado con notables rebajas de impuestos y facilidades para reinvertir y aprobar proyectos, incluso si ponen en riesgo los recursos naturales del país.
Es complicado mejorar la calidad de vida de la gente si, al mismo tiempo, reduce los gastos del Estado y disminuye sus ingresos, con un impacto negativo en los servicios sociales indispensables.
No hay ejemplos en el mundo de que el neoliberalismo a ultranza haya traído consigo mayor bienestar para las personas.
Este domingo 16 de noviembre se sabrá con el veredicto de las urnas si Evelyn Matthei consiguió, o no, convencer a los chilenos con sus ofertas, matizadas con la nostalgia del pinochetismo.
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