La pesquisa, que duró casi cinco años, era un caso de alto perfil aún sin resolver, pues lo único que se divulgó en ese momento fueron las imágenes existentes del supuesto autor que llevaba una mascarilla cubriendo su rostro, gafas, una sudadera con capucha gris y guantes, y portaba una mochila donde transportaría los explosivos.

Los dispositivos no detonaron, pero el Buró Federal de Investigaciones (FBI) las calificó de «viables» y afirmó que podrían haber herido o matado a transeúntes.

Un panel del Congreso liderado por los republicanos criticó en enero la anterior incapacidad de la agencia federal para identificar al sospechoso.

El FBI durante su búsqueda visitó más de mil 200 residencias y negocios, realizó más de mil entrevistas, revisó aproximadamente 39 mil archivos de video y evaluó alrededor de 600 pistas en el caso, refieren aquí medios locales.

Dan Bongino, subdirector del FBI, dijo el mes pasado que una de sus primeras iniciativas fue «perseguir agresivamente una nueva estrategia» para investigar la amenaza.

«Hay un encubrimiento masivo porque la persona que colocó esas bombas caseras, no quieren que sepan quién fue porque se trata de un infiltrado anti-Trump con contactos o fue un trabajo interno», afirmó en noviembre de 2024 Bongino, un apegado a difundir teorías conspirativas.

Los explosivos caseros fueron descubiertos el 6 de enero de 2021(mismo día del asalto al Capitolio), uno en la sede del Comité Nacional Republicano y otro en la del Comité Nacional Demócrata, el cual detectaron mientras la entonces vicepresidenta Kamala Harris se encontraba dentro del edificio.

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