De acuerdo con el estudio, un 33 por ciento de los interrogados coincide con la versión del exmandatario de que sufrió un trance paranoico al quemar el dispositivo de monitoreo.

Para el 54 de los entrevistados, la detención de Bolsonaro por parte de la Policía Federal (PF) estuvo justificada, otro 34 apoya la reclusión en casa.

La investigación señala que un ocho por ciento sostiene que el exgobernante debería apoyar al senador Flávio Bolsonaro (su hijo) como candidato presidencial, un 22 nominar a la ex primera dama Michelle Bolsonaro y un 20 al gobernador de Sao Paulo, Tarcísio de Freitas.

Por su parte, el desglose regional revela importantes diferencias en la percepción pública.

En el nordeste, el 61 por ciento de los encuestados piensa que la hipótesis fue un intento de fuga. En el sur, norte y centro-oeste, un 40 por ciento opina que el exjefe de Estado sufrió un episodio psicótico cuando dañó el dispositivo en su tobillo.

También entre los votantes el tema revela una fuerte polarización. Entre quienes votaron por Luiz Inácio Lula da Silva en la segunda vuelta de octubre de 2022, el 66 por ciento profesa que Bolsonaro intentaba huir.

Mientras tanto, el 66 por ciento de los votantes del político ultraderechista coincide con la teoría de que sufrió un evento paranoico.

La encuesta mostró asimismo variaciones por grupo de edad y perfil religioso y económico.

Entre los jóvenes de 16 a 24 años, el 60 por ciento afirma que el acto tuvo como objetivo facilitar una posible fuga.

Como era de esperar, entre los más adinerados, un 40 por ciento considera cierta la versión del suceso psicótico, mientras que un 46 de los evangélicos se inclina por esta explicación.

En la decisión que ordenó la prisión preventiva de Bolsonaro el 22 de noviembre, el Supremo Tribunal Federal (STF) argumentó que el expresidente intentó romper su tobillera electrónica para «asegurar el éxito de su fuga».

La medida fue solicitada por la PF y autorizada por el ministro Alexandre de Moraes, relator del expediente en el STF.

Bolsonaro cumple en prisión de régimen cerrado, en una sede capitalina policial, la condena de 27 años y tres meses de cárcel por tentativa golpista.

El excapitán del Ejército no es solo un expresidente investigado, sino el primero de la historia democrática nacional en cumplir una pena tras barrotes por intentar subvertir el orden constitucional.

Su traslado definitivo al pabellón de custodia del predio policial terminó de imprimir un carácter irreversible al proceso que durante meses ocupó el centro de la escena judicial y política de Brasil.

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