Entre 10 mil y 12 mil colmenas presentan daños severos y unas tres mil ya se perdieron, lo que preocupa a especialistas, productores y autoridades.
Las primeras señales surgieron en noviembre, cuando apicultores comenzaron a reportar colmenas despobladas y “colchones” de abejas muertas, un síntoma que los técnicos asocian a episodios de intoxicación.
La Comisión Honoraria de Desarrollo Apícola (CHDA) confirmó que los casos se concentraron en zonas agrícolas desde el departamento Río Negro (en el oeste) hacia el sur.
El Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca habilitó fondos extraordinarios para acelerar estudios químicos en laboratorio y el envío de muestras al exterior.
La entomóloga y apicultora Estela Santos, quien lidera parte del relevamiento en fincas afectadas, calificó la situación como “muy grave y sin precedentes”, divulgó Caras y Caretas.
Los episodios registrados comparten un mismo patrón: colmenas ubicadas en entornos agrícolas donde, en esta época del año, se realizan recambios de cultivos y se aplican herbicidas, insecticidas y los llamados curasemillas.
Santos subrayó la dimensión ambiental del episodio. “Las abejas funcionan como un monitor natural. Si ellas están muriendo, millones de otros insectos también pueden estarlo, pero no los estamos viendo”, advirtió.
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