Monterrey, México, 21 dic (Prensa Latina) Al arribar a la ciudad mexicana de Monterrey, en el norteño estado de Nuevo León, hay una imagen que atrapa al visitante desde el primer minuto: el imponente Cerro de la Silla, un ícono natural de la geografía regiomontana.
Este majestuoso cerro, que forma parte de la Sierra Madre Oriental, una importante cordillera en el este de México, que se extiende por más de 1,000 kilómetros, tiene una altura de 1,820 metros sobre el nivel del mar, y su nombre proviene de su peculiar silueta que recuerda la forma de una silla de montar.
La simbólica elevación abarca zonas de los municipios Guadalupe, Monterrey y Juárez, en el estado de Nuevo León, y entre sus principales cumbres destacan el Pico Antena, el Pico Norte (de mayor altitud con 1,821 metros), el Pico Sur y la Loma de La Virgen.
Otras elevaciones de la zona son el Cerro de las Mitras, el Cerro de Chipinque, el Cerro del Topo Chico, Cerro del Obispado, el Cerro de la Loma Larga y La Huasteca.
Reconocido como Monumento natural y como área protegida desde 1991, el Cerro de la Silla tiene una superficie de poco más de 60 kilómetros cuadrados, y conservas diversos ecosistemas y fauna que constituye patrimonio natural e incluye la preservación de importantes recursos naturales.
En la fauna presente en este territorio montañoso destacan el oso negro, el gato montés, el venado cola blanca y el puma, entre otras especies.
Según al Sistema Nacional de Información sobre Biodiversidad de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) en el Monumento Natural Cerro de la Silla habitan más de 1,025 especies de plantas y animales de las cuales 18 se encuentra dentro de alguna categoría de riesgo de la Norma Oficial Mexicana NOM-059 y 28 son exóticas.
HISTORIA
De acuerdo a los historiadores mexicanos, los primeros pobladores llegaron a esta región a partir del año 1500 y en la sierra se conservan pinturas rupestres que se atribuyen a tribus nómadas (rayados o chichimecas) que habitaron la zona.
A su vez, el nombre del cerro se le atribuye al portugués Alberto del Canto (1547-1611), uno de los primeros exploradores del actual territorio de Nuevo León.
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