La avenida Amazonas en esta capital es este miércoles espacio para exhibir las alegorías creadas por artesanos y comunidades locales con papel, cartón y telas.
Cientos de personas acuden a ver las figuras de grandes proporciones y, además, celebran el último día del año con música en vivo, actividades culturales y espectáculos artísticos.
Más allá de la exhibición, los comerciantes aprovechan esta fecha para vender todo tipo de muñecos, en diferentes tamaños y con precios que varían entre cinco y hasta 200 dólares o más.
Figuras que representan al presidente Daniel Noboa están entre las más solicitadas, confirmó a Prensa Latina una de las comerciantes de Quito que oferta en el Parque La Carolina, en el norte de la ciudad.
Al gobernante muchos lo culpan de no resolver los problemas que sufre el país, como la inseguridad, el desabastecimiento de medicinas en los hospitales públicos, el alza del valor del diésel, la falta de empleo adecuado, entre otras dificultades.
Además de la imagen del mandatario y otros con figuras de animados, se venden monigotes que representan policías y militares, ejemplo de cómo la ciudadanía percibe la militarización como forma de enfrentar el crimen organizado.
Todos se alistan para la medianoche, cuando verán arder a sus muñecos hasta que se conviertan en cenizas, una costumbre que conjuga espíritu crítico y humor popular.
En Ecuador, el 31 de diciembre no solo queman lo malo, también echan al fuego algo destacado del año que concluye, como una manera de cerrar ciclos y, además, constituye un momento para unir a familiares y amigos.
En el último día del año unos quemarán el “año viejo”, otros comerán 12 uvas a la medianoche, se vestirán con prendas amarillas, o quizás recorrerán el barrio con maletas para viajar.
Con esas cábalas, pese a las disímiles problemáticas que enfrenta el país en lo político, lo económico y lo social, los ecuatorianos despedirán el 2025 con fiestas y tradiciones, esperanzados de que el 2026 sea mejor.
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