Al amanecer de este día de 1961, aviones camuflados con insignias de la Fuerza Aérea Revolucionaria atacaron el aeropuerto de Ciudad Libertad (en la capital), la base aérea de San Antonio de los Baños, al suroeste de La Habana, y el aeródromo de la oriental ciudad de Santiago de Cuba.
Con la acción empezaba a acatarse la orden del entonces presidente de Estados Unidos, John Kennedy, que autorizaba la posterior invasión de fuerzas mercenarias a la isla, previamente preparadas y asesoradas por el ejército de aquella potencia bélica, revelaron informes desclasificados.
La incursión de ocho aviones B-26 que habían partido de Puerto Rico y Nicaragua tenía el propósito de acabar, en tierra, con la limitada aviación cubana y garantizar cobertura total a los invasores en sus planes de asalto por vía terrestre.
El engaño a la opinión pública internacional estaba en las intenciones de los atacantes que pretendían fabricar un escenario de antagonismos en los cuerpos militares de la isla, por lo que hicieron aterrizar una de sus naves en la ciudad estadounidense de Miami con la fábula de una deserción de pilotos cubanos.
El bombardeo enemigo asesinó a siete personas e hirió a otras 53, civiles en su mayoría, debido al ametrallamiento de barrios aledaños a Ciudad Libertad, además de ocasionar daños materiales, sin que cumplieran la misión de aniquilar la totalidad de las aeronaves cubanas.
Ese escenario luctuoso marcó, durante el sepelio de las víctimas, la declaración del carácter socialista de la Revolución proclamado por su líder, Fidel Castro.
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