La responsable de esa agencia de Naciones Unidas en el país, Serhan Aktoprak, calificó como verdaderamente desgarradora la magnitud del desastre reportado el viernes último.
“Estamos coordinando con las autoridades locales y los socios internacionales para ayudar a los afectados, ya que miles de personas han perdido sus hogares y pertenencias en un abrir y cerrar de ojos”, aseguró en declaraciones divulgadas aquí.
La Organización señaló que los equipos trabajan en medio de temores porque el terreno anegado pueda volver a desplazarse.
La portavoz regional para Asia y el Pacífico de la OIM, Itayi Viriri, advirtió sobre el acceso aún extremadamente difícil lo que supone el peligro de una catástrofe añadida a la actual.
Ayer se derrumbó un puente en una de las principales vías para llegar a esa zona y ahora tienen que arreglarlo para asegurarse de que todos los convoyes que van a prestar apoyo puedan entrar, dijo a la prensa.
Con tantos cuerpos aún por recuperar debajo de los escombros, existe la preocupación de que las aguas subterráneas que bajan de la montaña contaminen las fuentes locales de agua potable mientras la mayoría de ellas son inaccesibles debido al corrimiento de tierras.
“Lo que se necesita ahora, obviamente, es acceso a agua limpia; gran parte del agua a la que normalmente tendría acceso la comunidad está ya bajo los escombros”, dijo la vocera.
Como parte del apoyo, la OIM brinda a los afectados alimentos, ropa, artículos de abrigo, utensilios de cocina, y “todo lo que pueda aliviar las penurias a las que se enfrenta la gente en estos momentos”, agregó.
Este tipo de desprendimiento de tierras no había ocurrido antes en esa zona, por lo que es difícil predecir si volverá a ocurrir, aunque la OIM no lo descarta.
“El suelo es inestable (…) y se han visto algunos de los vídeos del agua que sale en algunos de los escombros, así que eso lo hace aún más. Sí, por desgracia tenemos que considerar que puede volver a ocurrir”.
Las autoridades locales estiman que la catástrofe afectó hasta ahora a más de siete mil 800 personas, incluidos los muertos o desaparecidos confirmados así como mil 650 desplazados.
Muchos de los desplazados se habían refugiado previamente en la zona para huir de los conflictos tribales, lo que acentúa la situación de vulnerabilidad de la población.
El Centro Nacional de Catástrofes de Papúa Nueva Guinea dijo que más de dos mil personas quedaron sepultadas bajo los escombros tras el enorme desplazamiento de tierras provocado por las fuertes lluvias.
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