En una caminata por los lugares icónicos del turismo en Bogotá, lo mismo que en otras ciudades, saltan a la vista aquellos artículos que reproducen la cara del famoso capo impresa en camisetas, vasos para tragos, posters y estampas.
También encuentra el caminante libros, muchos nacidos de testimonios de personas que fueron cercanas a él como amantes, parientes o sicarios a su servicio, o por biógrafos que estudiaron su vida, pero quizás tuvieron suerte de no haberlo visto nunca en persona.
El legado de Escobar se evoca a diario en Colombia: está sobre todo en el recuerdo colectivo y personal por los miles de muertos que ocasionó, cuya cifra nadie sabe con precisión pero que se estima en más de cuatro mil, así como en la expansión de las redes del narcotráfico.
Pero también está en el problema ambiental que creó al importar para su zoológico particular hipopótamos, una especie invasora capaz de una rápida procreación y convertido en la actualidad en un serio fenómeno al que las autoridades aun no saben con certeza cómo poner fin.
Otra de las herencias es su triste aporte a la reputación que hoy ostenta su país natal, donde suelen ambientarse series y telenovelas donde los criminales son retratados como héroes al estilo Robin Hood que desafían a la “malvada” autoridad.
Aun cuando no es poco para el imaginario colectivo, emergen adicionalmente ante la vista del transeúnte los consabidos souvenirs en diferentes formas, colores y tamaños.
No es un secreto entonces que alrededor del capo, al que mataron las fuerzas del orden en diciembre de 1993 en la ciudad de Medellín cuando tenía 44 años, se fraguó una especie de fascinación.
Algunos de los vendedores que usan la imagen de Escobar en sus artículos alegan que no se trata de un culto a la personalidad de quien fuera uno de los asesinos más grandes del país, sino que existe demanda para ese tipo de ofertas y muchos turistas las pagan aun cuando sean caras y las llevan a sus naciones de origen con orgullo.
Ahora, temen que llegue a ser aprobado el proyecto ya introducido en el legislativo, cuyo propósito es erradicar los símbolos que podrían parecer una señal de apología al delito.
Según el autor de la propuesta, el representante Cristian Avendaño de la Alianza Verde, el objetivo de la iniciativa es que el país deje atrás la exaltación de figuras que han sido protagonistas de la violencia, la muerte y la destrucción.
“Creo que tenemos cosas mucho más valiosas para que nos reconozcan en el mundo. Tenemos el segundo país más biodiverso del mundo, deportistas, artistas y académicos valiosos que podrían servir mucho más como imagen de país”, apuntó el legislador en una entrevista a W Radio.
El proyecto incluye asimismo sanciones y multas, como la suspensión temporal de la actividad económica para quien infrinja la regulación, y también la destrucción de los elementos.
Avendaño explicó además que el sentido fundamental es dejar de enaltecer a personas que lo único que generaron fue caos y mostrar la evolución de la sociedad colombiana.
Sin embargo, la propuesta mortifica a los vendedores de souvenirs que satisfacen la curiosidad o el morbo de determinados visitantes al ofrecerles un producto con el rostro de un reconocido criminal.
Así, en un país habituado a la controversia, la iniciativa viene a crear otra polémica, una en la que uno de los bandos se niega a volver a matar a Pablo Escobar.
mem/ifs