En entrevista televisiva, Paganini reconoció que esperaba un quiebre de ese nexo, sólido de la Revolución Bolivariana que comandó el fallecido presidente Hugo Chávez.
Según el canciller uruguayo, existía la “expectativa” de un golpe militar (no lo mencionó en esos términos) que facilitaría la llegada de Edmundo González, referente perdedor de la oposición derechista en las elecciones de julio pasado en Venezuela.
La decepción del gobierno uruguayo podría estar alimentada también por la escasa movilización de los miles de venezolanos residentes aquí, quienes fueron convocados a manifestaciones públicas y brillaron por su ausencia.
Según pudo constatar Prensa Latina, fue escasa la participación tanto el jueves como el viernes pasado en la Plaza Simón Bolívar y en Plaza Independencia, adonde fueron convocados para celebrar el esperado ingreso a tierra venezolana de Edmundo González, como para impedir la toma de posesión de Maduro, que resultó acto de masas.
El gobierno uruguayo ha promovido la injerencia interna en los asuntos de Venezuela, y quizás la frustración ande de la mano con la toma de posesión de Maduro, incluso la movilización de la oposición, transcurrieran de forma pacífica.
Pero el esperado “quiebre” en las fuerzas armadas bolivarianas no se produjo, como aspiraba la administración del presidente Luis Lacalle Pou.
Según el medio Caras y Caretas, la juramentación de Maduro para un tercer período de gobierno ante la Asamblea Nacional de su país “estuvo cargada de simbolismo político, apoyo popular y la presencia de delegaciones internacionales que reafirmaron su respaldo al mandatario”.
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