Se trata de una práctica que implica la alteración o lesión de los genitales femeninos por motivos no médicos y está reconocida internacionalmente como una violación grave de los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y las niñas.
Según los expertos puede causar complicaciones de salud a corto y largo plazo, como dolor crónico, infecciones, excesivos sangrados, mayor riesgo de transmisión del VIH, ansiedad y depresión, complicaciones durante el parto o infecundidad, e incluso la muerte.
A pesar de que esta práctica se concentra en cerca de 30 naciones de África y de Oriente Medio y Asia meridional, además de otros países asiáticos como India, Indonesia, Iraq y Paquistán y algunas pequeñas comunidades de Latinoamérica, es considerado un problema universal.
También persiste en las poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, en Norte América, Australia y Nueva Zelanda.
Se estima que más de 200 millones de niñas y mujeres han sufrido mutilación genital femenina, en tanto calculan que casi 4,4 millones de niñas al año corren el riesgo de sufrir esta práctica nociva, lo que equivale a más de 12 mil casos diarios.
De acuerdo con informes de Naciones Unidas en las últimas tres décadas la prevalencia de la MGF ha disminuido en todo el mundo, y actualmente una niña tiene un tercio menos de probabilidades de sufrirla que hace 30 años.
Sin embargo, las crisis humanitarias como los brotes de enfermedades, el cambio climático o los conflictos armados, entre otras, podrían hacer peligrar el mantenimiento de estos logros y consecuentemente hacer retroceder los avances hacia la consecución de la igualdad de género y del fin de la mutilación genital femenina para 2030.
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