El comité organizador de la cita de 2025 decidió otorgarle el lauro, tanto a la compañía danzaria de Mónaco como al músico italiano Antonio Castrignanò y su banda Taranta Sounds, que acompañan magistralmente las evoluciones de Core meu (Mi corazón), título del espectáculo del célebre coreógrafo francés Jean-Christophe Maillot.
La puesta constituye una experiencia sanadora, un rito que vale la pena compartir porque contagia de amor, felicidad y buena energía, al ritmo de música tradicional del sur de Italia.
El resultado puede dejar en trance a cualquiera, por el altísimo nivel de comunicación alcanzado con la audiencia. Sin dudas, Maillot logró componer un digno homenaje al revolucionario creador galo Maurice Béjart, porque empasta emociones, sentimientos, sensualidad, júbilo, aspectos vitales para ese genio.
Música dinámica, danza frenética, luces de Samuel Thery y un efectivo diseño de vestuario del español Salvador Mateu, quien ha colaborado con Milos Forman, Pilar Miró, Pedro Almodóvar y marcas como Chanel, Dior, Valentino y Givenchy, entre muchas, conspiran para ofrendar una especie de ilusión óptica.
La puesta entremezcla folclore italiano, vocabulario propio de la danza contemporánea, técnica en puntas y pasos académicos del ballet con la pizzica, una variante salentina de la tarantela, conocido baile napolitano de movimientos muy vivos que ganó gran popularidad en el sur de la nación europea.
En la región italiana de Apulia, en los confines del Mediterráneo, creían que la antigua danza popular constituía un remedio contra la hipotética y metafórica mordedura de la tarántula, arañas más grandes de la familia Theraphosidae, propias de Europa.
Maillot rescata el mito y redimensiona los significados, presenta un ritual de principio a fin, nos involucra a todos, durante una hora y 10 minutos, la ceremonia cala en el alma, manipula la energía del ambiente y de los cuerpos, despoja las cargas, alivia de peso, aligera el espíritu.
La princesa de Mónaco, Carolina Grimaldi, viajó a La Habana junto a la compañía danzaria que ella refundó en 1985, para ser testigo de esa conexión mágica que posibilitan las artes con los públicos más diversos.
El Teatro Nacional de Cuba acoge la reposición de este ritual, basado en la creencia de que “si bailas, nunca morirás”, como indica uno de los versos de la canción Core meu, hermosamente interpretada por Castrignanò.
La sabiduría popular recogida en los temas musicales nos regala otra linda verdad: “el amor es bello para quien sabe hacerlo”, Les Ballets de Monte-Carlo lo demuestra de corazón.
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