En su cumpleaños 79, el presidente volvió a prender la mecha con operaciones agresivas que promedian más de tres mil detenciones diarias. La respuesta no se hizo esperar: organizaciones sociales y comunidades migrantes convocaron a marchas en el centro de Los Ángeles, epicentro de una de las mayores poblaciones indocumentadas del país, en su mayoría de origen mexicano.
Y mientras en las calles se alzan pancartas, en las gradas reina la incertidumbre.
El partido inaugural entre México y República Dominicana en el SoFi Stadium se tambalea. Aficionados con entrada en mano temen ser interceptados por agentes migratorios en las inmediaciones del recinto, lo que ha obligado a Concacaf a reducir los precios de las entradas.
El estadio, con capacidad para 70 mil personas, espera unos 50 mil.
La selección mexicana ya se vio obligada a cambiar de hotel, dejando el centro de Los Ángeles por Long Beach para evitar posibles confrontaciones. Algo similar ocurre con el Mundial de Clubes: tanto el Atlético de Madrid como el PSG han modificado sus agendas por recomendación de la FIFA, que teme que las movilizaciones afecten el desarrollo de sus actividades previas al partido de mañana en Pasadena.
Más allá del deporte, lo que flota en el ambiente es un mensaje incómodo: Trump quiere recuperar poder usando como plataforma una política de persecución, y eso está chocando de frente con los esfuerzos de Estados Unidos por mostrarse como un país listo para albergar eventos globales.
Difícil celebrar el fútbol si miles temen salir de casa. El balón puede rodar, pero mientras el miedo siga en las gradas, la fiesta no será completa.
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