Hay en su figura algo de héroe clásico y de hijo pródigo. El fornido toletero de Palma Soriano regresó a su tierra como si nunca se hubiera marchado, convertido en el monarca de los maderos.
Lidera la 64 Serie Nacional en promedio de bateo (.440) e impulsadas (39), y comparte el trono de los jonrones (10) con su compañero Yoelquis Guibert. Su nombre se escucha en los estadios con respeto y fervor: el Rey de las Avispas, Eddy Cajigal, tiene un nuevo escudero.
Su historia parece escrita en diamantes y fronteras. Entre 2017 y 2021, vistió los uniformes de los Diamondbacks de Arizona y los Rojos de Cincinnati en el sistema de Ligas Menores, donde dejó una línea ofensiva sólida (.284/.363/.414) y la huella de un competidor sin miedo.
También paseó su talento por los terrenos de República Dominicana, Venezuela y Nicaragua, siempre como un cazador de lanzamientos imposibles.
Aquí, su fuego se reavivó. En la III Liga Élite bateó para .395, con ocho jonrones y 37 impulsadas en apenas 31 juegos, y en la pasada Serie Nacional mostró la misma puntería que lo distinguió en su juventud.
Hoy, con 29 años y un físico tallado a puro esfuerzo, Yanqui no solo es un referente en Santiago: es una de las llamas que enciende al Guillermón Moncada y un símbolo del resurgir oriental.
Dentro de algunos días, partirá otra vez, junto a Guibert, rumbo a la Liga Profesional de Nicaragua. Pero nadie en Santiago lo despide: lo esperan de vuelta, con la certeza de que su historia aún tiene capítulos por escribir.
En él hay fuerza, madurez y un fuego que no se apaga. Quizás por eso muchos lo ven como una pieza esencial en los futuros compromisos del equipo Cuba, incluso en un Clásico Mundial que ya asoma en el horizonte.
Porque cuando las Avispas salen al ruedo, el silencio se hace expectante: sabe el público que algo grande puede suceder, y que Yanqui ha vuelto para dejar su impronta.
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